El último rey suevo
De las obras dramáticas españolas cimeras del siglo pasado, Romance de lobos es la que peor suerte ha corrido. Mientras el teatro de los Quintero, Benavente y Marquina encontró su público, Valle-Inclán hubo de conformarse con encontrar lectores. La segunda de sus Comedias bárbaras se publicó en folletones, durante 1907, coincidiendo con los ensayos de Los intereses creados. La distancia entre ambas piezas es la que separa a Ubú rey de Cyrano. El teatro de nuestro Nobel vuelve la mirada al siglo XIX, el de Valle-Inclán da un salto hacia el XXI. Otro gallo le hubiera cantado de haber habido en España un Lugné-Poe o un Meyerhold. Rivas-Cherif data en 1910 un estreno probable de Romance de lobos en Argentina. En varias ediciones críticas se da por oficial el estreno de José Luis Alonso en el María Guerrero, en 1970, pero he documentado uno anterior, en Buenos Aires, dirigido por Agustín Alezzo, con Alfredo Alcón encabezando un reparto apabullante. Romance se ha montado cinco veces más, todas junto a Cara de Plata y Águila de Blasón, en producciones de largo metraje: la dirigida por Augusto Fernandes en la Schauspielhaus de Francfort (1974), y las sucesivas de José Carlos Plaza con el CDN (nueve horas de duración); Lavelli, en Aviñón; del Gate Theatre, de Londres, y del Abbey, de Dublín, orquestada por Calixto Bieito.
Romance es la más bella de las Comedias bárbaras, la de mayor aliento trágico. Comienza en clímax: Don Juan Manuel Montenegro, su protagonista, se topa en plena cabalgada con la Santa Compaña y con un coro de brujas, primas hermanas de las que saludan a Macbeth como señor de Cawdor. Por suerte, canta el gallo y el jinete se libra de su acoso. Desde ese momento y hasta la escena última, donde le aguarda la muerte anunciada, emprende un vía crucis jalonado de choques violentos con sus hijos. Tiene la mala sombra de Lear. Pero el modelo de este hidalgo luciferino no está al otro lado del canal de la Mancha. En Montenegro, Valle-Inclán quiso "renovar lo que de galaico tiene la leyenda de Don Juan, que yo divido en tres tiempos: impiedad, matonería y mujeres", escribe. "Éste de las mujeres es el Don Juan último, el sevillano, la nostalgia del moro sin harén. El matón es el extremeño, gallo de frontera. El impío es el gallego, el originario. El convidado de piedra, por sólo ser bulto de piedra, es gallego". Y añade que en el romancero, al burlador se le llama Don Galán, nombre con el que él bautiza al fiel criado de Montenegro.
Lejos de ser localista, Roman
ce de lobos tiene el aliento largo de las tragedias de Shakespeare, y el vuelo alegórico de las griegas. Por debajo bulle un magma universal. La muerte del protagonista, "rey suevo en su pazo", simboliza el paso de una era a otra. "He asistido al cambio de una sociedad de castas, y lo que vi no lo verá nadie", dice Valle-Inclán. "Soy el historiador de un mundo que acabó conmigo. Ya nadie volverá a ver vinculeros y mayorazgos. Y en este universo que presento de clérigos, mendigos, escribanos, putas y alcahuetas, lo mejor eran los hidalgos, lo desaparecido". Al final de toda gran tragedia, con su protagonista muere una época. Con el asesinato de Don Juan Manuel desaparece la aristocracia tardofeudal. El hidalgo deja tras de sí una hueste de mendigos y cinco hijos saqueadores en los que Clara Luisa Barbeito, analista certera de las Comedias, ve la encarnación del capitalismo que viene: las tierras desamortizadas a lo largo del XIX (las de la Iglesia, pero también las comunales) pasaron rara vez a manos de quienes las trabajaban. "Fue una reforma agraria al revés, que vino a hacer más mísera la situación del campesinado, creando, en cambio, una nueva oligarquía", escribe J. M. Jover. Hacia mitad de siglo, mientras la burguesía se enriquece rápido y barato, unas 175.000 personas mendigan por los caminos de España.
En Romance, Valle-Inclán anticipa el drama expresionista centroeuropeo, y algunas ideas de Artaud. ¿Intuición? Sensibilidad para captar el espíritu de los tiempos. El 27 de marzo vuelve a ponerse en escena esta comedia bárbara, en una producción del Teatro Español, de Madrid, dirigida por Ángel Facio. Manuel de Blas encarna a Montenegro.
Romance de lobos. Madrid. Teatro Español. Del 27 de marzo al 15 de mayo.
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