Las viejas fronteras de Europa
El actor y ex bailarín, padre en Ana y los siete (TVE), cuenta la pesadilla de un periplo a Grecia en camión con la escenografía de la Compañía de Teatro de la Danza, donde trabajaba en los años setenta.
Comencemos por la frontera francesa, si le place.
Allí, un señor absurdo nos precintó las puertas de atrás del camión sin dejarnos sacar las maletas antes.
¿Y en la italiana?
Dimos con un carabinieri chorizo que abrió el camión y cogió objetos de la escenografía. "Souvenir per me", decía. Con nosotros iba una chica y no paraban de decirle cosas. Increíble.
¿Llegó salva a Yugoslavia?
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Sí, y por entonces era un país comunista. Los soldados buscaban algo debajo de los asientos. Iban a la caza de revistas porno. Excelentes carreteras, paisajes bellísimos y una comida espantosa: carne dura con verduras.
¡Qué lujo!
En la frontera griega recibimos el peor trato. A gritos. Pero nada comparado con la vuelta, cuando el carabinieri se negó a dejarnos pasar la frontera con Yugoslavia porque era fin de semana y decía que estaba cerrada. Íbamos con el tiempo justo para actuar en Bilbao. No se compadeció ni rogándole de rodillas. Qué alivio, España...
Ni se lo imagina; cuando llegamos y el guardia dijo: "buenas tardes, ¿qué tal el viaje?", le besamos la mano y todo.
