Depresión en San Mamés

El partido tenía un punto extraño. Venía precedido de una incidencia extraña, en la Copa de la UEFA, cuando no se pudo jugar el encuentro de ida ante el Austria de Viena, que luego eliminó al Athletic, que ayer resulta que se encontró con un Getafe que venía de ganar al Real Madrid. Es decir, nada era previsible. Como no lo era que debutase un chico del filial, Jon Moya, y que Del Horno se quedase en casa, si no fuera porque la decisión técnica de Ernesto Valverde tenía que ver con el enésimo acto de indisciplina del jugador internacional y con el hartazgo de un comportamiento poco ejemplar. Del Horno, sin duda, tiene genes de buen jugador pero jamás escribirá un libro que se titule Cómo hacer amigos o colaborará en la Enciclopedia del buen profesional. A cambio debutó Moya, un chicarrón (1,86 metros) que se distingue por el espíritu defensivo y eleva a diez el número de futbolistas que ha hecho debutar Valverde en el primer equipo.

Pero enfrente estaba el Getafe, un equipo que ha hecho de la conjunción del orden y el atrevimiento una cuestión de fe. Entre que el equipo de Sánchez Flores se sabe el guión al dedillo y el Athletic anda espeso, y le anulan un gol con todas las trazas de la legalidad e Iraola desaprovecha un penalti por una magnífica intervención de Aragoneses, pues el partido se complicó. Cuando el Athletic no sentencia, pudiendo hacerlo, se suele complicar y en cuanto el Getafe se quitó el mito -de San Mamés- del cuerpo, pues encontró el gol de la forma habitual que la encuentran los equipos que visitan San Mamés. Sí, había marcado antes del descanso el Athletic en una jugada ingeniosa entre Etxeberria y Ezquerro, y luego falló Iraola el penalti maldito, ese que seguramente dará el argumento necesario para que el Athletic explique su derrota.

Y la explicación real probablemente radica en el Getafe, un equipo que supo vencer sus miedos y el marcador, y le dictó al Athletic una lección futbolística en la segunda mitad. El orden, de pronto, se convirtió en atrevimiento y en fe, algo influido por el ánimo de su técnico que incluyó a Michel, un atacante, en detrimento de su centrocampista más defensivo. Y el Athletic, entonces, murió. O se suicidó, para ser más correctos, a la vista del ansia que puso su defensa en cometer errores absurdos, como dejar en el punto de penalti sólo a Kome o lo hizo Lacruz en la jugada precedente al gol de Michel. Lo cierto es que el Getafe se alejó tanto del descenso como el Athletic de Europa.