El Villarreal resiste en Bucarest
El conjunto de Pellegrini muestra su solvencia defensiva ante un Steaua con pocos recursos
Nada achanta al Villarreal. Ni un ambiente infernal, ni un terreno más apto para labores agrícolas, ni la porfía ante un rival rudo, áspero e hipermotivado. Salió ileso de todas las trabas que halló en Bucarest dejando el camino más plano para la vuelta. Y desperdició, además, un par de ocasiones clarísimas, sobre todo una de Sorín.
El Villarreal sabía de antemano qué ambiente se encontraría con una afición enloquecida de pasión por su Steaua, que alcanzó su cenit en 1986, en la final de la Copa de Europa de Sevilla, con los Belodedici, Lacatus y compañía. Todo ha cambiado desde entonces en el club rumano, que busca otra vez asomarse al balcón de Europa. Cualquier pequeño triunfo supone una gran alegría. Dejar en la cuneta al vigente campeón de la UEFA, el Valencia, ha hinchado de orgullo a una afición ilusionada con la presente generación de jugadores. Como el delantero Cristea, que se encargó de derrotar al Valencia con sus dos goles. O de Oprita, el fornido jugador que acompaña a Cristea en el ataque. Sin olvidar al veterano Munteanu, que pone pausa y lucidez a un conjunto revolucionado. Un Steaua con más pasado que presente que se agarra a la fe más que a sus cualidades para recobrar el prestigio.
STEAUA 0 - VILLARREAL 0
Steaua: Hamutovski; Ogararu, Radoi, Ghionea, Marin; Paraschiv, Munteanu, Dica (Ciocoiu, m. 90), Dinita (Dumitru, m. 75); Oprita y Cristea (Bostina, m. 70).
Villarreal: Reina; Javi Venta, Peña, Quique Álvarez ( Arzo, m. 89), Arruabarrena; Cazorla (Font, m. 86), Josico, Senna, Sorín; José Mari (Guayre, m.84) y Figueroa.
Árbitro: Massimo Bussacca. Suizo. Amonestó a Radoi, Paraschiv, José Mari, Figueroa y Quique Álvarez.
Unos 30.000 espectadores. Lleno en el Ghencea Stadium de Bucarest. Tras la suspensión por la nieve del choque de la semana pasada, el partido de ayer fue el de ida de los cuartos de final de la Copa de la UEFA. La vuelta se disputará el domingo en El Madrigal
También sabía el Villarreal el terreno de juego que pisaba, blando e irregular, nada propicio para su estilo fino y ortodoxo. Lo que el conjunto castellonense no tenía claro era con qué Steaua se toparía: si un equipo visceral o, por el contrario, más cerebral, pensando en que el desenlace de la eliminatoria se decidirá en Vila-real. El precedente del encuentro frente al Valencia no servía. El Steaua lo tenía todo perdido tras el encuentro de ida y se lanzó a un ataque total que derrumbó al decaído equipo del destituido Ranieri.
Pronto se dio cuenta el Villarreal que imponer su estilo, que dar criterio y sentido al juego, iba a resultar un ejercicio ciclópeo debido al penoso estado del tapiz. En la intensidad, en el cuerpo a cuerpo, se iba a librar el duelo. Tocaba bregar y Pellegrini optó por alinear una delantera de batalla con José Mari y Figueroa. La obligada ausencia por sanción de Riquelme tampoco preocupaba ya que el argentino no está para menesteres mundanos. Inclinando el juego por el carril derecho, donde percutía con asiduidad Oprita, que busca siempre al menudo Cristea como referencia, el Steaua mostró inmediatamente dónde tenía que poner los cinco sentidos la defensa del Villarreal para abortar los deseos rumanos. El Villarreal demostró que hay otra forma de defender más elegante y a la vez efectiva que la mera acumulación de efectivos en defensa y alejando con patadones faltos de criterio el balón de su marco.
Las creencias son difíciles de cambiar y, sin renunciar al contacto físico, el Villarreal dejó evidentes signos de su sello particular, de su fútbol elaborado. Santi Cazorla, joven, con poca experiencia y liviano de cuerpo, demostró toda su entereza y maneras de futbolista inteligente y a la vez práctico. Y con mucho esfuerzo y superando algún apuro en el segundo acto, el Villarreal se dio un respiro hasta la vuelta en El Madrigal. Con un claro ejemplo de la solidez de ideas, convicción y concepción del juego.
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