Ángeles
Quisiera agradecer públicamente a mis ángeles de la guarda, a la sazón dos agentes de policía cuyo nombre no tuve tiempo de averiguar, que el pasado viernes se tomaron la molestia de recoger las llaves de mi moto que estaban colgadas del vehículo, averiguar mi dirección y entregármelas personalmente. Y lo peor, o mejor, del asunto es que ya es la segunda vez que esto me sucede.
La vez anterior fue un generoso obrero de la construcción quien las recogió y estuvo pendiente, con la colaboración de sus compañeros, de mi regreso para entregármelas. Debo ser una persona con mucha suerte, pero mi mayor suerte es vivir en una ciudad como Madrid, donde queda mucha gente honesta que vela por mis descuidos. A todos ellos, mi agradecimiento.
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