"Doy más en las relaciones humanas que Benítez"
La vida de Antonio López (Pozoblanco, 47 años) ha dado un vuelco en una semana. Se le ha quebrado la voz, poco acostumbrada a tales gritos desde el banquillo. Y se ha convertido en el líder de una especie de revolución en el Valencia, enterrado ocho meses por Claudio Ranieri, y que recibe hoy entusiasmado al Real Madrid en un Mestalla repleto. Convencido de "quitarle el protagonismo" al cuadro madrileño. Sentado en las gradas de uno de los campos de entrenamiento de Paterna, un suéter de cuello alto protegía ayer la garganta de López, de trato afable. "Mi mujer y mis cuatro hijos están muy ilusionados. ¿Presión? No sé si es porque tengo tanta ilusión, pero no la noto".
Tras tres años de ayudante de Rafa Benítez, llegó el momento de navegar solo. "Rafa es un gran entrenador. Tuvimos muchísimas discusiones. Coincidimos en el pensamiento de juego -ser protagonistas- y en la manera de entrenar. Quizá yo pueda dar algo más de relaciones humanas. Rafa es más distante; yo más cercano". Una empatía con la que ha recuperado a Aimar, que llegó a confesarle al nuevo técnico que se sentía "un desastre" como jugador. Pues bien, dos partidos después, el argentino vuelve a ser un media punta deslumbrante. "Con casi todos los jugadores he tenido una relación de llegar a las cosas por el convencimiento. Pero sabiendo que si hay que cortar, hay que cortar. Necesitan poder desarrollar su creatividad. Aimar es muy joven y tiene que crecer".
Aimar llegó a confesarle al nuevo técnico que con Ranieri se sentía un desastre como jugador
A López le marcó su experiencia en Bolivia, primero como colaborador de Xabier Azkargorta en la selección boliviana y después como primer seleccionador. "Aprendí a valorar los derechos humanos. Hay gente que es feliz con poco. El futbolista es primero hombre. Y si logras ganártelo primero por lo que es, después te lo ganarás como futbolista. Al revés, habrá problemas".
El nuevo técnico del Valencia propugna la sencillez. "Atacar y defender a la vez, como cuando éramos pequeños, metías gol, cogías la pelota y te ibas a tu campo. Igual que en el colegio, pero ordenado. Todos los grandes equipos lo han hecho. El Milan de Sacchi es la gran referencia, el que más innovó. Cuando empecé a entrenar en Las Rozas, en Tercera Regional, jugábamos en zona, en línea y subimos cuatro años seguidos de categoría. Lo más importante es lo que pasa detrás de la línea del fuera de juego, en ataque y en defensa. El público va a un espectáculo: ¿y cómo transmites? con agresividad positiva, yendo al encuentro de, ganando las disputas". Él fue un centrocampista "de ida y vuelta, parecido a Rufete, pero no tan de banda". Jugó en el Sevilla, Murcia, Burgos y Atlético, donde se lesionó.
De Ranieri heredó un grupo "abúlico, apático, cabizbajo". Y cambió los entrenamientos. "Todo con balón". Está enamorado del equipo que construyó junto a Benítez y no lo disimula. "El Valencia lo tiene todo: ataque combinativo, contraataque y ataque rápido con segunda jugada. Un estilo que ha sido de espejo para muchos otros. Y este grupo aún no ha tocado techo. Puede crecer tácticamente. Esto lo discutí mucho con Benítez".
López, sin embargo, había pasado inadvertido hasta ahora como primer entrenador. "En el Sporting de Gijón, se fue todo el consejo, venía de hacer grandes cosas en América, y me vine un poco abajo. Estuve ocho meses parado hasta que me llamó Benítez". Y empezó a ganarse fama de buen estratega y de gran improvisador. "Soy bastante organizado para lo que me gusta. Lo de Sissoko [de lateral derecho ante la lesión de Caneira en el Sánchez Pizjuán] se lo había dicho dos días antes".
En su osadía, se ha atrevido incluso a alternar la portería, un día Cañizares, al siguiente Palop, rompiendo una ley no escrita en el fútbol. "Normalmente no se rota porque uno de los dos es peor. A Palop le tengo que demostrar que creo en él y no sólo de palabra: por eso le di un partido muy importante. Otra cosa es que ahora juegue más o menos".
Más allá del fútbol, López fue un asiduo del cine "de arte y ensayo" y se quedó a las puertas de estudiar medicina. Apasionado de la literatura, es una casualidad que esté leyendo Resurrección, de Tolstoi, pero no deja de ser un título muy premonitorio.
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