Un gigante desde las nubes

Mientras miles de madrileños sufren a diario los embotellamientos de entrada y salida de la ciudad, Madrid luce esbelta y señorial desde las alturas. Cruzarla de punta a punta en helicóptero supone un placer que dura, a máxima velocidad (unos 200 kilómetros por hora), no más de cuatro minutos. En ese corto espacio de tiempo se pasa de los nuevos barrios de Vicálvaro, por el centro histórico hasta llegar al pulmón verde por excelencia de la ciudad, la Casa de Campo.

Cuando se hace más despacio y el pájaro de hierro vuela sereno, cobran protagonismo las múltiples obras que rasgan el tejido asfáltico. En esta gran maqueta, la M-30 destaca sobre el resto, con viales desviados en unos enormes meandros de pintadas amarillas y estructuras metálicas por doquier.

Madrid es fácilmente reconocible desde el cielo gracias a edificios simbólicos de enorme altura: Torres Kio, Torre Europa, Torre Picasso... Y un poco más lejos, el esqueleto de otro rascacielos emblemático de Madrid, el primero que fue levantado en Azca: el edificio Windsor. Ahora sólo se aprecian restos quemados y pendientes de ser desmontados.

Pero si algo llama la atención al curioso viajero es la cantidad de nuevas construcciones que colmatarán los límites geográficos de Madrid. Sanchinarro, Las Tablas, Montecarmelo o el Ensanche de Vallecas han dejado de ser un futurible en unos planos para convertirse en una realidad en la que miles de viviendas darán cabida a los nuevos madrileños. Las grúas se multiplican en estos barrios mientras día a día aumenta el número de edificios habitados.

También sobresalen los anclajes de las cuatro futuras torres que coronarán la capital en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid.

La Puerta del Sol, la Cibeles y la Plaza Mayor parecen de juguete desde la altura. Los coches se ven como diminutas piezas de un macropuzzle en perpetuo movimiento. Los peatones se acercan a entes inadvertidos que cruzan en pequeñas oleadas las enormes avenidas.

El helicóptero surca el aire libre, tranquilo. El soleado día acompaña a no bajar nunca de un paseo que, pese a ser largo, parece haber pasado en pocos minutos. El tiempo parece detenerse, pero abajo, a unos 400 metros de esta enorme aeronave, la actividad frenética de 3,5 millones de habitantes continúa. Nadie se siente vigilado desde las nubes. Así es Madrid.