Un Memorial Democrático en Cataluña
A los 69 años de su estallido, la Guerra Civil española y sus consecuencias todavía generan discusiones apasionadas y a veces crispadas. No es de extrañar, ya que, durante casi cuarenta años, policías, religiosos, militares y propagandistas del victorioso general Franco producían una interpretación de la guerra cuya finalidad era justificar el golpe militar de 1936, la matanza que provocó y la siguiente dictadura.
Las víctimas de la violencia republicana fueron recordadas y lloradas en los años inmediatamente después de la Guerra Civil. Éste no ha sido el caso de los muertos republicanos y resistentes de posguerra. Hasta 1975, la propaganda oficial nutría cuidadosamente los recuerdos de la guerra y de la sangrienta represión tanto para humillar a los vencidos como para recordar a los vencedores, implicados en las redes franquistas de corrupción y represión, que entre ellos y la venganza de sus víctimas solamente quedaba el Caudillo. Después de la muerte del dictador, hubo una cortina de silencio en aras de alentar el crecimiento de la frágil flor de la democracia. Por tanto hubo muy pocas iniciativas oficiales para recuperar la memoria, pero, a nivel local, muchos historiadores seguían investigando la represión, y a veces, las listas de víctimas que aparecieron en sus libros han sido las únicas lápidas para recordar la suerte que les deparó la dictadura. Por tanto, la ruptura reciente del tabú del llamado "pacto del olvido" ha tenido un impacto dramático.
Las frecuentes noticias sobre la exhumación de fosas y osarios, la creación de itinerarios urbanos y rurales que dan a conocer los lugares donde acontecieron determinados hechos de la resistencia y que se están convirtiendo, pausadamente, en lugares de memoria, todo esto ha suscitado los temores de los nostálgicos franquistas. No es ninguna casualidad el resurgimiento de la polémica a manos de unos autores que pretenden argumentar que los sufrimientos de las víctimas republicanas fueron, de alguna forma, justificados.
Estos nuevos propagandistas de Franco, como sus antecesores de los años cuarenta, presentan la Guerra Civil como una cruzada religiosa y heroica en contra de una conspiración bestial judeo-bolchevique-masónica, retratando a los vencidos como los peleles de Moscú y perpetradores sangrientos de sádicas atrocidades. Dichos escritores presentan los inmensos logros de investigación de dos generaciones de historiadores españoles como la producción de mitos políticamente correctos. Al hacer esto, han pretendido añadir un nivel de crispación al cotidiano debate político en España. Por tanto, no hay nada que subraye más la urgencia de investigar, demostrar y recordar la dureza de la represión -que razonablemente se puede calificar de 'holocausto'- que el interés de algunos en mancillar el recuerdo de lo que tuvieron que sufrir los españoles con la victoria de Franco y la implantación de su dictadura.
La recuperación de la memoria es un acto de responsabilidad. No solamente para quienes directamente sufrieron cárcel y persecución, y para aquellos que en modos e intensidades distintas se opusieron a la dictadura, sino también y sobre todo, para una generación joven que desea y necesita saber lo que les ha sido ocultado.
Son esperanzadores los esfuerzos de recuperar la memoria en toda España, en Asturias, Andalucía, Aragón; pero uno de los lugares donde mayor empuje ha tenido esa reivindicación ha sido Cataluña, probablemente porque fue un lugar donde la resistencia al franquismo fue muy activa y organizada, muy unitaria y con gran arraigo social. Esta realidad se refleja hoy en el hecho de que la respuesta institucional catalana a esa reivindicación popular es elaborada y ambiciosa.
En efecto, el nuevo Gobierno catalán ha sido el primero en responder a esa demanda al establecer una política pública de la memoria democrática, al igual que han hecho y hacen los países que sufrieron fascismo, ocupación y dictaduras de distinta naturaleza. El Gobierno constituido por una coalición de la izquierda ha promovido un programa de actuación para reivindicar, restituir y fomentar entre la ciudadanía los fundamentos sobre los que reposan los valores que vertebran las pautas de convivencia democrática de la sociedad catalana de hoy. Para hacer visible y solemnizar en el espacio público la trascendencia de esa política, ha previsto la creación de una institución que gestionará ese programa y esa política, y que llevará un nombre muy adecuado a su contenido y funciones: Memorial Democrático.
Ha llegado a mis manos el texto del proyecto de Memorial Democrático que lleva el significativo título de Un futuro para el pasado. Ha sido elaborado por prestigiosos investigadores del franquismo de distintas universidades que colaboran en el Centro de Estudios sobre las Épocas Franquista y Democrática (CEFID), vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona. El texto del proyecto describe y valora las políticas públicas y las actuaciones memoriales en distintos países, y concluye con acierto que la ausencia de una institución semejante es algo que debilita la educación democrática de los jóvenes, además de privar del merecido homenaje a todos aquellos que sufrieron y resistieron la barbarie liberticida. El proyecto, de realizarse, colocaría a la sociedad catalana a la cabeza de una de las políticas culturales y civiles más importantes que pretenden realizar hoy los principales países de la Unión Europea.
La institución propuesta es singular, ni una institución cultural más, ni una institución esencialmente académica, sino una institución cívica con funciones de distinta naturaleza: funciones conmemorativas, de reconocimiento de que la democracia fue fruto de una dura lucha; funciones de conservación de los vestigios del franquismo y del antifranquismo, dispersos por todo el territorio, y de los testimonios que por imperativo biológico pronto desaparecerán si no se actúa con urgencia; funciones de investigación, en especial para facilitar la consulta a fondos documentales hoy mal conservados o de difícil acceso; funciones de divulgación, para contribuir a poner al alcance de forma permanente de todos los ciudadanos un conocimiento indispensable para la consolidación de una cultura política y cívica democrática, así como para combatir las amenazas del fanatismo de todo signo, del fundamentalismo, del racismo, de la xenofobia. En este sentido, es un elemento importantísimo del proyecto su voluntad de unir pasado y presente, ya que "un Memorial insensible al futuro, violaría la memoria del pasado".
Una institución como la propuesta, ubicada en Barcelona pero con una actuación en toda la geografía catalana, es un proyecto ambicioso que da la medida de la altura de miras de esa sociedad y de sus dirigentes. El hecho de que todas las fuerzas políticas catalanas se hayan manifestado favorables al Memorial es una muestra de su voluntad tanto de saldar de forma definitiva una de las mayores deudas pendientes de la transición a la democracia, como de optar por la profundización de los valores que constituyen el fundamento vital de una sociedad democrática. Además, el Memorial Democrático en Cataluña contribuirá, sin duda, al debate sobre la significación del franquismo y sobre el reconocimiento debido a sus víctimas y a los que lo combatieron en toda España.
Paul Preston es historiador británico, autor, entre otros libros, de Franco y de La Guerra Civil española.
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