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Crónica:FÚTBOL | Ida de los octavos de final de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Barça revuelca al Chelsea

El equipo inglés domina la primera parte, pero, tras la expulsión de Drogba, Maxi y Eto'o consuman una costosa remontada

Ramon Besa

Aunque mínimo y puede que insuficiente, el Barça se apuntó anoche un triunfo de mérito frente al presumido y engreído Chelsea. El dominio inglés al inicio fue tan indiscutible como la superioridad azulgrana al final, presidido por el debut de Maxi, determinante para la suerte del choque. Disminuido por la expulsión de Drogba, el Chelsea se desmontó y quedó a merced del Barça, que encontró en el argentino al jugador de área intimidador y resolutivo que echaba en falta.

El giro que tuvo el partido permite a los barcelonistas salir reforzados de la ida y alimentar expectativas para la vuelta. Pese a que el Chelsea parte como favorito, porque juega en Stamford Bridge y no tiene rival cuando el encuentro discurre dentro de la normalidad, que es la que dicta Mourinho, resulta un contrario accesible cuando se le añade un punto de locura a la contienda como el que le puso anoche el Barça. Fue, al fin y al cabo, un partido muy copero entre dos equipos que dominan la Liga.

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Aun cuando el protagonismo de Mourinho llegó a ser tan excesivo que pareció que iba a ponerse en la alineación, el técnico portugués se garantizó de salida el dominio escénico del encuentro. No le importó que le llamaran mentiroso, sino que se regodeó por haber recuperado a Duff, descartado el martes y vestido de titular a la que se encendieron las luces del estadio. Fiable defensivamente, el Chelsea agradece la presencia de jugadores como Duff porque le dan una punta de velocidad que lo convierten en un rival igualmente desafiante en ataque. Mourinho estaba a gusto.

A primera vista, el Barça no pareció reparar en la presencia del dinámico delantero irlandés. Tomó la pelota sin miedo y se fue a por el encuentro de forma más paciente que inteligente. Aunque siempre fue un equipo rápido e impaciente, sabía que se imponía la pausa. Ocurrió, sin embargo, que masticó demasiado la jugada y aunque se ganó tres remates en 10 minutos ni siquiera provocó cosquillas en el gigante Cech. Le perdió la falta de disparo más que de puntería. A Ronaldinho le cuesta embocar porque no es un ariete y el brasileño era siempre el punto y final de las acciones azulgrana.

El Chelsea se apretó, acumuló hasta 10 futbolistas detrás del cuero y mató el partido con una facilidad escalofriante. El desgaste ofensivo azulgrana pasó a ser insustancial e intrascendente por relevante que pareciera su presión. Jugaba al pie, no abría a las bandas, no tiraba un desmarque, no profundizaba. Ante el juego de limpiaparabrisas del Barça, el Chelsea se parapetaba como un francotirador. Aplaudió el despliegue de regates y amagos del contrario y sólo armó la contra cuando estuvo convencido de que acabaría en gol. Lampard tomó la pelota en la medular y habilitó a Duff con un pase a espaldas de los zagueros barcelonistas, que reclamaron fuera de juego. El zurdo irlandés rompió por la derecha, aceleró y su centro lo metió Belletti en su portería.

El gol noqueó al Barça, que se encogió y le entró tanto miedo que si no concedió el segundo fue porque Drogba no atinó a rematar entre los tres palos sobre la salida de Valdés. El temor azulgrana se extendió desde el portero al delantero centro y el equipo pasó a jugar muy en corto, consciente de que cada balón perdido significaba una ocasión para el Chelsea, sabedor de que no necesitaba elaborar el juego para mandar, complacido con la actitud del Barça, que protagonizó el partido de punta a cabo, para bien y para mal, ora suicidado y después resucitado.

Le costaba al Barcelona encontrar espacios, alcanzar un dos contra uno, rematar siquiera a portería. En su ayuda acudió entonces Drogba, expulsado por meter la pierna en los morros de Valdés, circunstancia que a la larga posibilitó el debut de Maxi y la salida de Iniesta, fundamentales en el nuevo rumbo que tomó el partido porque el uno ponía la pelota donde el otro generaba el espacio. Al calor de su hinchada, los azulgrana tuvieron una mayor presencia ofensiva, fueron más fieros y el Chelsea no sólo reculó, sino que se espantó. Había partido. El Barça había encontrado al final el camino después de que el Chelsea lo hubiera tenido cerrado durante una hora.

A los centrales ingleses se les acumuló la faena porque siempre había un azulgrana libre de marca que alcanzaba el área. A remate por minuto, el Barça le dio la vuelta al partido. Maxi empató y Eto'o firmó el remonte en una acción del argentino. Para suerte azulgrana, el partido perdió estética para convertirse en un ejercicio de épica, muy propio de una competición copera. El choque pasó a disputarse en el área forastera. Hasta 24 remates se contaron y Cech las pasó canutas porque no adivinaba la trayectoria de la pelota ante tanto tráfico. El Barça acarició el tercer gol y el pitido final fue un alivio para el Chelsea, incapaz de recuperar su plan de seguridad a la que le faltó un futbolista, batido por dos veces después de 10 partidos a cero. Al final nadie reparó en el segundo partido que les espera ante la intensidad que había tenido el primero. La Copa de Europa hay que paladearla al instante, y ayer el Barça se felicitaba por haber superado un momento muy crítico con tanta bravura que hasta Mourinho se quedó mudo.

Drogba entra con la pierna por delante a Víctor Valdés en la jugada que supuso la expulsión del jugador del Chelsea.
Drogba entra con la pierna por delante a Víctor Valdés en la jugada que supuso la expulsión del jugador del Chelsea.REUTERS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.
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