Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación
Luigi Giussani, fundador del movimiento católico Comunión y Liberación, murió en la madrugada de ayer, a los 82 años, en su casa de Milán, donde llevaba varios días recluido a causa de una pulmonía. Los funerales tendrán lugar mañana en la catedral del Domo, oficiados por el cardenal Joseph Ratzinger, como enviado especial del Papa. Nada más conocerse la noticia, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi expresó en un comunicado que la muerte de Giussani "es un dolor y una pérdida para todos sus muchachos y para quienes creyeron en él". Había nacido en Desio, un pueblo situado cerca de Milán.
"Por lo visto no basta el nombre de cristianos", se quejaba Erasmo poco antes de que Lutero lanzara su reforma, y el vasco Ignacio de Loyola, a su Compañía de Jesús. Según el autor del Elogio de la locura, la ambición de tantos fundadores no estribaba en parecerse a Cristo, sino en no parecerse entre ellos. Cuando el sacerdote Giussani fundó en 1968 el movimiento laico Comunión y Liberación, ya había pasado aquella fiebre de fundaciones y la Iglesia estaba sumida en una crisis que ni siquiera el revolucionario concilio Vaticano II (1962-1965), parecía poder remediar.
Para entonces, la moda eran los movimientos. Órdenes tan famosas (y numerosas) como los jesuitas, dominicos o franciscanos, hasta contar cientos, fueron perdiendo miembros (apenas suman hoy cien mil en todo el mundo), mientras engordaban lo que muy pronto se dio en llamar los nuevos movimientos: Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo, Camino Neocatecumenal (conocido como Kikos), los fokolares y el Opus Dei, el más madrugador de todos.
En un pontificado viajero y obsesionado por las masas, han sido estos movimientos la vanguardia de la nueva evangelización impulsada por Juan Pablo II, y quienes llenan plazas y estadios de fútbol.
Comunión y Liberación no es el movimiento más numeroso o agitador de entre los citados, pero tiene gran presencia y peso en Italia, el país que sigue vertebrando el orbe católico. Incluso ya cuenta con miembros en el colegio cardenalicio, el órgano encargado de elegir Papa, como el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia y uno de los principales teólogos de este movimiento que suele ser tachado de integrista.
Los datos facilitados ayer desde Milán hablan de 48.000 miembros repartidos por 72 países. Son muchos menos que los que tienen sus competidores en el territorio del nuevo catolicismo, pero suficientes para colocar a Comunión y Liberación entre las fundaciones señeras y de mayor prestigio en el convulso siglo pasado.
Reconocido oficialmente como agrupación católica por Juan Pablo II en 1982, Comunión y Liberación cuenta en Italia con dos bancos (el Banco Alimentario, que proporciona comida a medio millón de pobres en el país, y el Banco Farmacéutico), además de con incontables centros de ayuda para encarcelados, desempleados y pobres. Entre los candidatos a suceder a Giussani figura el teólogo español Julián Carrón.
No es fácil comprender desde España el significado del grupo fundado por Giussani, porque aquí estamos acostumbrados a que los movimientos actúen en política o economía con desparpajo. Sin embargo, pese al revolcón político que vivió Italia hace apenas una década, con la súbita desaparición de los partidos clásicos, no es raro encontrar ya en la alta Administración del Estado a miembros destacados de los nuevos movimientos del catolicismo laico. Fue el caso de Rocco Buttiglione, el brillante ministro de Berlusconi rechazado con gran estruendo por el Parlamento Europeo, el pasado otoño, como comisario de la Unión Europea por sus ideas conservadoras sobre la homosexualidad y el matrimonio gay.
Buttiglione fue miembro durante años de Comunión y Liberación, y el portazo que recibió en Bruselas irritó entonces a la cúpula del catolicismo romano, que se sintió perseguida. El ex primer ministro y senador vitalicio Giulio Andreotti, amigo personal y admirador del fundador fallecido, destacó ayer la "enorme huella" que deja Giussani en ese campo. "Tuvo el mérito de contribuir a rescatar a los católicos en un momento en el que se había desencadenado una auténtica agresividad contra ellos", declaró el político democristiano.
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