El ciudadano
Ya, ya sé que se llamaban unos a otros "ciudadano" y se guillotinaban mutuamente, Danton y Robespierre; ya sé que era como un título alto y que dejaba abajo para siempre a los que no tenían "derecho de ciudad" (aquí, los inmigrantes): sin embargo es una palabra que contiene derechos y obligaciones, incluye una parte de igualdad, otra de respeto mutuo, de paridad. Estoy de acuerdo con el Consejo Escolar que se opone a que haya una asignatura de educación para la ciudadanía. Me recuerda demasiado las de formación nacional sindicalista, que era prácticamente de creación de prosélitos. Son cosas que se han de tener por instinto y por convivencia. Se sabe que un ciudadano no es un súbdito, cuya etimología le coloca por debajo: sometido, sujeto, obligado a obedecer. Desde pequeño me sacaba de quicio la palabra "obedecer" que emitían los que yo debía aceptar como superiores, padres o maestros y, por extensión, personas mayores. En esa época las personas se trataban de educar unas a otras en las calles: "¡Señora, deje usted al chico!", decía un ciudadano cuando veía a una madre que zurraba al díscolo llorón. Podía tener razón: la perdía al pegar.
No se pega: es así de simple. A veces le pegan a uno por no pegar, le insultan por no insultar, le apartan de su sociedad porque discute la autoridad. Se creía, recuerdo, que la autoridad debe explicarse: cuando ponía debajo de un cargo la palabra "ordeno y mando" se convertía inmediatamente en injusta. Sólo se puede ordenar y mandar, como insultar y pegar, cuando no se tienen razones. O razón. En esto en que vivimos ahora, que es como una democracia, como si fuera una república pero sin serlo, los que no tienen suficientes palabras conocen sólo las insultantes, las calumniosas. Me pregunto si esa clase, que frecuentemente alcanza los hemiciclos y las redacciones, las aulas y las audiencias, ha sido educada en la brutalidad de "ordeno y mando"; recuerdo compañeros que cuando llevaban malas notas, el padre se quitaba el cinturón y les azotaba. Muchos no pudieron llegar nunca a ser ciudadanos: eligieron la carrera de la autoridad, que es fácil: a veces, basta con un uniforme, un hábito, para ejercer esa miseria de ser obedecido. Hay hombres que matan a la mujer por la autoridad de la hombría.
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