El estupor de existir
El escritor canadiense en lengua francesa Gaétan Soucy (Montreal, 1958) se dio a conocer internacionalmente con su tercera novela, La niña que amaba las cerillas, publicada en España por la misma editorial que presenta ésta. Era aquélla una novela rara por su argumento, el descubrimiento de la realidad por parte de una pareja de hermanos a la que su padre perturbado había mantenido totalmente aislada del mundo, así como por el desnudo abigarramiento de los temas existenciales de que se ocupaba. El enigma de la vida, la culpa, la soledad o el nacimiento repentino al mundo sin los rudimentos para defenderse en él se mostraban reducidos a su esencialidad más extrema en un texto que tenía tanto de cuento moral, o relato filosófico, como de novela de aprendizaje. Esa mirada que trata de penetrar en lo más profundo, interrogándose por los conflictos básicos del ser humano, está también presente en ¡Music-hall! Otra vez se trata de una fábula sobre la soledad y el sufrimiento de existir, a la que en esta ocasión se da forma a través de las aventuras de Xavier X. Mortanse, un joven estrafalario, vestido siempre con traje de rayas, zapatillas y sombrero, que vino al mundo en una zanja del Nueva York de los años veinte y que, perseguido por la fatalidad, no conseguirá librarse del estupor que le produce la existencia. Xavier no es una criatura nacida de mujer sino hecha, como un nuevo Frankenstein, de trozos de cadáveres, y esta condición, que él no conocerá hasta el final de su enloquecida peripecia por un Nueva York carnavalesco, en el que legiones de inmigrantes tratan de encontrar su lugar en una ciudad tiranizada por una oscura sociedad del derribo, es la que determina su vida y la que Soucy erige, a la postre, en metáfora de la condición humana en general: existir sin saber por qué y sin que tras las pruebas a que nos somete la vida pueda intuirse una razón que las haga más llevaderas. El primer problema del que adolece ¡Music-hall! es su extensión. A diferencia de La niña que amaba las cerillas, que tenía uno de sus aciertos en la brevedad, la desnudez de los temas tratados no encuentra esta vez el contrapunto de un desarrollo argumental conciso que los dote de la necesaria intensidad. Todo lo contrario. La intensidad desaparece en brazos de una historia que resulta desmesurada y en la que, por eso (y éste es el segundo problema), los tropiezos que vapulean al protagonista, cada uno más disparatado que el anterior, a menudo no parecen otra cosa que meras ocurrencias que sin duda habrán regocijado al autor mientras escribía pero que en el lector (necesitado de que incluso un mundo al revés tenga apariencia de realidad) causan el efecto de una de esas bromas privadas que sólo provocan la risa de quien las hace. Es una pena, porque la atmósfera y la atribulada inocencia de Xavier están, en cambio, sobriamente logradas.
¡MUSIC-HALL!
Gaétan Soucy
Traducción de Esperanza Martínez
Akal. Madrid, 2005
381 páginas. 18 euros
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