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Entrevista:Antonio Rabinad | RESISTIR A TRAVÉS DE LOS LIBROS

"La posguerra fue peor que una cárcel, porque en la cárcel tienes esperanza"

Es uno de los escritores que mejor ha reflejado la posguerra civil española. El narrador, guionista de cine y librero catalán publica ahora su novela más cervantina: El hacedor de páginas. En esta entrevista evoca aquellos días de sufrimiento y angustia, de cómo la literatura fue su tabla de salvación y reflexiona sobre la política y la fragilidad de la lengua.

"Los políticos sólo me divierten en campaña electoral cuando aparecen pegados a la pared y colgados de los postes"
"Cuando los bombardeos mi familia bajaba al refugio y yo me quedaba leyendo en la cama y no sentía miedo metido en las páginas del libro"
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Vive de los libros que no son suyos, los libros de viejo que vende los domingos en el mercado de San Antonio, de Barcelona. Los libros invaden también su casa en la que una tiene la sensación de que Antonio Rabinad (1927) y Susana, su mujer, están de prestado, que han tenido que conformarse con un hueco entre los miles de volúmenes que todo lo ocupan. No hay un palmo libre de letra impresa en este piso del barrio barcelonés de Sarriá. Las estanterías están atiborradas, los volúmenes se aprietan en triple fila... La biblioteca de Rabinad, en la que hay desde primeras ediciones de clásicos a folletines nada canónicos, habla por sí sola de los intereses literarios de este escritor, barcelonés del Clot pero aragonés de origen, salvado de los horrores de la guerra y de la posguerra por la lectura.

ANTONIO RABINAD. Cuando los bombardeos mi madre y mis hermanas bajaban al refugio y yo me quedaba leyendo en la cama y no sentía miedo metido como estaba en las páginas del libro que estaba leyendo... Mi madre me dejaba que me quedara allí, pensaba que si ella y mis hermanas perecían me salvaría al menos yo, o viceversa... Luego en la posguerra seguí leyendo, cambiaba la leche y el panecillo que nos daban en el colegio por novelas de Savage y de Blake, de esas que se vendían en los quioscos, pero como mi padre había muerto no tuve más remedio que ponerme a trabajar. A los trece años dejé el colegio, un amigo de mi padre me consiguió un empleo de chico de los recados en un laboratorio farmacéutico, después trabajé en la empresa en la que mi padre había hecho de encargado, una casa de lonas y toldos que estaba junto al hotel Ritz. Yo ahorraba el dinero del tranvía para comprar libros. No me importaba andar más de una hora, desde el Clot, donde vivíamos, con tal de reunir dinero e invertirlo en un libro. Aquellos años de oficinista fueron los peores, detestaba aquel trabajo, la literatura fue mi única tabla de salvación...

CARME RIERA. ¿Qué libros leía?

A. R. Todo lo que caía en mis manos...

Todavía ando buscando un folletín que leí de niño, La calle de la amargura, se llamaba, de un tal Revilla, y aunque lo he localizado, está en la Biblioteca de Cataluña, me apetece tenerlo... Ahora también suelo leer los libros que compro antes de venderlos, si alguno me gusta me lo quedo. Algunos autores, claro está, me han interesado más, Proust, Balzac, que he leído entero, Stendhal, Dostoievski...

C. R. ¿Está al día de las novedades?

A. R. Sí también, bastante... Empecé La sombra del viento, en la primera página pensé que tenía cierta gracia de literatura barata, pero luego no pude pasar de la segunda, no soporto sus incongruencias, qué burradas... Zafón no tiene ni idea de la Barcelona de la posguerra

... El ángel triste de López Marinero me ha gustado más, aunque lo leí porque me interesan los ángeles y no sale ninguno...

C. R. Rabinad lleva su habitual gorra marinera de navegante solitario, el pañuelo rojo de capitán pirata anudado al cuello, luce barbas y melenas de rey Melchor en la cabalgata del pueblo... Su figura resulta más que peculiar en el mundo literario, que tiende a ignorarlo. Su nombre no aparece entre los componentes de la llamada generación de los 50 a la que por edad y formación pertenece, ni siquiera se ocupan de él los estudios dedicados a novela urbana barcelonesa tan de moda, aunque tiene adictos entusiastas, una minoría de rabinadianos, entre los que me cuento... Algunos conceden que es la cara oculta del planeta Marsé.

A. R. A mí me cae muy bien Marsé. Pero, ¿sabe lo que pasa? Siempre que hablan de mí hablan de Marsé y no al revés y esto me molesta un poco

... Yo empecé antes que Marsé... Cuando volví de Venezuela en 1964, estaba Vicente Aranda esperándome en el aeropuerto y allí mismo, cambiando impresiones, me contó que había un chico que se llamaba Marsé y que sus libros se parecían mucho a los míos...

C. R. Publicó su primer relato en 1952 en la revista Destino, se titulaba El asombro, y ese mismo año su primera novela, Contactos furtivos, ganó el Premio Internacional creado por José Janés...

A. R. Escribí Contactos furtivos con 22 años y la presenté al Nadal y quedé finalista. Luego gané el Premio Internacional. En el jurado estaban Somerset Maugham, Eugenio D'Ors y Fernández Flores. Janés era un editor estupendo, un antecedente de Barral, pero la novela no pasó censura y tuvo que esperar a ser publicada, pero el dinero del premio sí lo cobré, significaba el total de lo que yo ganaba en dos años, 25.000 pesetas de entonces, para mí una fortuna...

C. R.

Contactos furtivos fue reeditada en 1971, con un prólogo de Manolo Vázquez Montalbán, un prólogo muy elogioso, por cierto...

A. R. Vázquez Montalbán era una gran persona. Siempre me trató muy bien. Él y yo tenemos una procedencia semejante, los dos somos hijos de emigrantes en la Barcelona de la posguerra, sólo que él pudo ir a la universidad y yo no. Si no hubieran asesinado a mi padre estoy seguro de que él hubiera hecho lo posible para que estudiara... Con lo que ganaba mi madre trabajando en la harinera del Clot, cosiendo sacos, era imposible sacar adelante a la familia. Todos en casa tuvimos que arrimar el hombro. Yo no pude hacer siquiera el bachillerato...

C. R. Los Goytisolo arrastrarán toda su vida la ausencia de su madre. En la literatura de los tres hermanos de manera más explícita o velada se percibe el drama familiar... El retorno, el primer libro de José Agustín, está centrado sobre la muerte de Julia Gay, el año 1938, en un bombardeo en Barcelona... En su literatura me parece que también la muerte de su padre resulta fundamental y no sólo en sus libros más autobiográficos, El niño asombrado o en El hombre indigno..., aunque ideológicamente difirierais: usted se define como ácrata y él fue un monárquico conservador...

A. R. Mi padre era un hombre honrado, un campesino pobre de Aragón que estuvo en la guerra de África, allí ganó medallas y aprendió a leer. Vino a Barcelona como tantos otros para buscarse la vida. Era una persona de orden, pertenecía al somatén y a Unión Patriótica. Una noche del año 1937 vinieron a buscarlo los milicianos de la FAI y nunca volvió, lo asesinaron en una cuneta. Él no había hecho nada malo. Era el encargado de la empresa de lonas en la que trabajaba y a veces tenía que escoger peones para que le ayudaran...

Le mataron aquellos a los que nunca escogió y no los escogió porque trabajaban peor que los otros. Mi madre sabía quiénes habían sido los asesinos pero murió sin querer decírmelo... tenía miedo de que yo, luego, de mayor les ajustara las cuentas... La guerra fue un horror y la posguerra una continuación de ese horror, era como estar en una cárcel, el país era eso, una inmensa cárcel, peor que una cárcel, porque en la cárcel tienes esperanza...

C. R. ¿No le sirvió de nada tener un padre vilmente asesinado, como se decía entonces?

A. R. ¡Qué va! Durante la posguerra nos hicieron pagar, pobres como éramos, a la hermandad de los excautivos... jamás nos dieron nada, excepto un paquete de lentejas... pero tuvimos que devolver la mitad porque vinieron a reclamárnosla...

C. R. De Antonio Rabinad, que llegó a sargento en la guerra de África pero que no quiso seguir en el Ejército, Antonio Rabinad hijo conserva como un talismán un pisapapeles. Es la bola mágica en la que le gusta leer el futuro, un futuro que el pasado contiene por entero. Somos memoria repite a menudo... y escribimos contra el olvido.

A. R. La literatura es mi particular madera de náufrago, si mi padre no hubiera muerto, mi vida hubiera sido distinta, también la de mi madre... mi madre lo pasó muy mal. Las mujeres sufrieron mucho en la posguerra. La mía estaba preocupadísima por mí, porque me pasaba el día leyendo. Te voy a quemar todos los libros, me dijo un día, después de soñar que me había muerto, y sin embargo yo le debía la vida a la literatura. La literatura fue mi salvación, ya te lo he dicho...

Con el primer sueldo de oficinista me compré una Hispano Olivetti y con ella escribí: "Ser escritor es lo más importante que se puede ser". José Antonio había dicho que ser español es lo más importante que se puede ser, y yo le remedaba.

C. R. Conozco a más de uno que dice que es español el que no puede ser otra cosa... aunque ahora desde que estamos en Europa el complejo de inferioridad parece diluido... ¿No cree? ¿Le interesa la política? En sus libros hay un tono de denuncia evidente. Un uso de la metonimia casi constante con la que se hace referencia a la obscenidad de la posguerra miserable, porque, como se observa en El hombre indigno, esos años terribles están contaminados de indignidad, una indignidad que tiene un referente religioso... Para los católicos todos somos indignos ante el Señor, usted mismo lo ha señalado, pero esa indignidad tiene además otra connotación, u otras que se avienen con el tópico de la humildad, por un lado, y por otra, con la ironía..., uno es indigno porque ha hecho de la dignidad un referente...

A. R. La política me interesa poco y el poder menos. Los políticos sólo me divierten en campaña electoral cuando aparecen pegados a la pared y colgados de los postes... Lo que ocurre es que siempre he escrito sobre la realidad, sobre mi entorno, sobre lo que he visto. Para escribir mi última novela, que no transcurre en el Clot como Contactos furtivos, El niño asombrado o El hombre indigno, he dado largos paseos por la ciudad fijándome en lo que todavía queda de mi época. Gran parte de esta obra transcurre en una casa de la calle del Carmen de Barcelona, entrando por la tienda El Indio... Para escribir El hacedor de páginas he tenido que adoptar un tono irónico a veces sarcástico...

C. R. Eso se nota. Por sus páginas deambula un tal Fiveller, remedo de un conocido escritor barcelonés con cargo editorial incombustible y una editorial, Satélite, léase Planeta, para la que Héctor Tortoledo escribe informes de lectura. Tortoledo, como Rabinad, se pasa la vida leyendo y mientras lee un manuscrito que debe valorar se da cuenta de que él a su vez forma parte del texto... El hacedor de páginas es su novela más cervantina y junto a Memento mori, la más metaliteraria. El hecho de que Tortoledo sea a la vez un aprendiz de escritor permite un constante juego de intertextualidades... Las citas se adhieren a la página y se camuflan con el resto de materia escrita. El inventario es extenso: Quevedo, Góngora, Sábato, Stendhal, Lezama Lima, Cortázar, etcétera, todo eso sin perder la marca de su estilo ni la ristra de catalanismos que suele usar, con las pelas por estandarte y las golfas, que no quieren decir tales, sino el desván y los escamarlanes que en Cataluña saben distinto a los camarones o como se llamen en castellano...

A. R. Sí, claro, yo soy de Barcelona y el castellano que se habla aquí no es el de Madrid, ni el de Teruel, tiene catalanismos que a mí me gusta incorporar... Me interesa trabajar la lengua, la lengua es un material muy frágil que hay que tratar con delicadeza. Hay que escribir lo mejor que uno pueda pero también tener algo interesante que decir y despertar las emociones de los lectores...

Considero que el escritor es un orfebre del idioma. Trabajo con el lenguaje como un carpintero con la madera... Los escritores usamos un material misterioso...

C. R. Algo parecido asegura Barral que también prologó un libro suyo, Memento mori...

A. R. Yo admiraba mucho a Carlos. Gracias a él, que me publicó A veces a esta hora, regresé a Barcelona. En 1957 me había marchado a Venezuela, harto de la vida sórdida y miserable que se vivía en España. Allí trabajé mucho, hice guiones de seriales para la radio, viajé por todo el país vendiendo telas y gané bastante dinero. En Venezuela nacieron dos de mis hijos, pero apenas me quedaba tiempo para escribir, así que un buen día decidí volver al recibir una carta de Barral diciéndome que mi novela le había gustado... Barral era un gran editor...

C. R. ¿Es cierto eso de que vio el manuscrito de Cien años de soledad cubierto de polvo sobre la mesa del despacho de Barral, como ha contado en alguna ocasión?

A. R. Sí, sí... Barral decía que Cien años de soledad era un texto provinciano, sin interés...

C. R. Antonio Rabinad ha trabajado también para el cine como guionista y adaptador. Suya es la adaptación de Tiempo de silencio de Martín Santos. Su novela La monja libertaria fue llevada al cine por Vicente Aranda, con quien colaboró también en Las crueles y Fata Morgana. E igualmente escribió el guión de El crimen de Carmen Brotó, dirigida por Pedro Costa.

A. R. El cine es un experimento, quizá si no hubiera sido por mi amistad con Vicente Aranda nunca hubiera escrito nada para el cine. El cine es distinto de la literatura, hay que decir las cosas de un modo rápido... Hice muchos guiones, tengo muchos en casa aún por realizar, igual que novelas... tengo páginas y páginas escritas aún por publicar...

C. R. Está claro que usted es el mejor hacedor de páginas de cuantos pueda inventar. Y Rabinad se ríe, con una risa franca y despreocupada y me avisa para que mire el sol que, tras la ventana, se va poniendo azul y después intensamente rojo.

Carme Riera acaba de publicar la novela La mitad del alma (Alfaguara), sobre la posguerra y el franquismo, y el ensayo El Quijote desde el nacionalismo catalán, en torno al Tercer Centenario (Destino).

Antonio Rabinad es autor del libro de memorias 'El hombre indigno'. Carme Riera acaba de publicar la traducción al castellano de su novela 'La mitad del alma'.
Antonio Rabinad es autor del libro de memorias 'El hombre indigno'. Carme Riera acaba de publicar la traducción al castellano de su novela 'La mitad del alma'.CONSUELO BAUTISTA

BIBLIOGRAFÍA

El hombre indigno: una vida de posguerra

(Alba).

Marco en el sueño: una historia de los años cuarenta (Galaxia Gutenberg).

La transparencia (Lumen).

Libertarias

(Planeta).

Juegos autorizados (Planeta).

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