Fischer asume su culpa por la concesión sin control de visados alemanes a europeos del este
La oposición acusa al ministro de Exteriores de facilitar la entrada de miles de inmigrantes
El ministro de Exteriores alemán y líder de Los Verdes, Joschka Fischer, asumió ayer la responsabilidad de su departamento en el escándalo por la concesión de visados en varias embajadas de países del este de Europa. Entre marzo de 2000 y octubre de 2004 decenas de miles de ciudadanos del este de Europa recibieron visados para Alemania, y por tanto para el resto de los países del acuerdo de Schengen, de forma indiscriminada y casi sin el menor control. Esta negligencia facilitó el trabajo a bandas dedicadas al tráfico de emigrantes sin papeles y trata de blancas.
La oposición democristiana (CDU/CSU) se ha lanzado contra Fischer. Algunos de sus dirigentes exigen su dimisión. El canciller federal alemán, el socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD), apoyó ayer a su vicecanciller y ministro de Exteriores. El Parlamento Federal (Bundestag) abre este jueves una comisión de investigación para examinar responsabilidades por la concesión de visados en especial en Ucrania, Bielorrusia, Rusia y Kosovo.
El pasado 24 de noviembre se produjo un incidente en el pleno del Bundestag. El portavoz de la Unión Socialcristiana (CSU) de Baviera, Michael Klos, acusó a Fischer de haber quebrantado la ley con su política de visados y haber facilitado que "unos cinco millones de personas entraran de forma clandestina en Alemania y los países socios europeos, donde permanecieron ilegalmente para fomentar la economía sumergida, la prostitución, el tráfico humano y otras maquinaciones. Usted, señor Fischer, es, por decirlo de alguna manera, el proxeneta". El tumulto que siguió al insulto sólo se aplacó cuando Klos (CSU) pidió disculpas.
Desde entonces el ministro dio la callada por respuesta. Fischer, el político más popular de Alemania, optó por la política del avestruz, pero esto resultó insostenible. El próximo domingo se celebran elecciones en el Estado federado de Schleswig-Holstein, un importante examen para el Gobierno y la oposición. Los Verdes podrían pagar en votos las consecuencias del escándalo. Fischer declaró ayer: "Asumo la responsabilidad política por las posibles negligencias y errores de mis colaboradores". El ministro se mostró dispuesto a declarar ante la comisión investigadora del Bundestag. Por su parte, Schröder se apresuró a apoyar a su socio. El canciller declaró: "Fischer tiene mi absoluta confianza y la de toda la coalición". Añadió que la oposición se equivoca "si piensa que va a tumbar al ministro de Exteriores".
Las dimensiones del escándalo quedaron de manifiesto en una exhaustiva investigación que publicó en 20 páginas el semanario Der Spiegel a principios de mes. Sólo en Ucrania la media de visados al año saltó de 141.156 entre 1998 y 1999 a 297.784 en 2001. En la crónica se apuntan complicidades de funcionarios de Exteriores. También se relatan las rencillas entre Exteriores y las autoridades del Ministerio del Interior, con el ministro socialdemócrata Otto Schily (SPD) a la cabeza. Se atribuye el escándalo a la ideología de la multiculturalidad y de puertas abiertas a la emigración defendida por Los Verdes. El decreto de 3 de marzo de 2000, que desencadenó el reparto de visados, lleva la expresa bendición de Fischer y consagra el principio de "en la duda, a favor de la libertad de viajar". Schily sostiene el criterio de "en la duda, a favor de la seguridad".
El informe de Der Spiegel concluye: "Durante cuatro años el Gobierno, bajo la responsabilidad del Ministerio de Exteriores, practicó una política que hizo imposible el control de la concesión de visados. No se hizo caso a las advertencias e informes sobre la situación de organismos de seguridad y las peticiones de ayuda de las embajadas desbordadas por las solicitudes de visados se ignoraron".
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