ITALIA. Actitud ambivalente

ITALIA MANTIENE con la inmigración una actitud ambivalente: se culpa a los extranjeros de todos los males, y, al mismo tiempo, se les necesita. Esa esquizofrenia ideológica se refleja en el Gobierno, del que forman parte un partido como la Liga Norte, xenófobo y oficialmente partidario de la expulsión de todos los inmigrantes irregulares, o la propia Alianza Nacional, heredera de la tradición fascista. El Gobierno de Silvio Berlusconi, con la aquiescencia de la Liga y de AN, aprobó, sin embargo, en 2002 una regularización masiva que permitió a más de 700.000 extranjeros normalizar su situación en Italia.

En estos momentos, la cifra total de inmigrantes en regla asciende a 2,6 millones, el 4,5% de la población total, según el Instituto Eurispes. El Ministerio del Interior contabiliza 2,2 millones porque no incluye a los menores de edad, que aumentan a un ritmo de unos 65.000 al año. Sobre el número de clandestinos las estimaciones son dispares, aunque un estudio del Instituto Nacional de Estadística y de Cáritas establece que en el ramo de las empleadas de hogar hay 600.000 regulares (sobre todo, ucranias) y unas 400.000 no inscritas. En el resto de las ramas de la economía, especialmente la agrícola, pueden rondar los 600.000, lo que elevaría a un millón el total de clandestinos.

El marco legal para el tratamiento de la inmigración es el creado por la ley de 1998 llamada Bossi-Fini, precisamente por los líderes de la LN, Umberto Bossi, y de AN, Gianfranco Fini. Esa ley facilita la expulsión de los extranjeros acusados de delitos penales (en 2004 fueron casi mil) y los detenidos en el momento mismo de la llegada (caso típico de los que viajan en pateras), y organiza la recepción de inmigrantes sobre un sistema de cuotas, establecidas previa consulta con las organizaciones empresariales. Para este año, el Ministerio de Trabajo ha autorizado el ingreso de 79.500 trabajadores extracomunitarios y de otros 79.500 procedentes de los países recién integrados en la UE.