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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Con Doleezza

Nos han dicho que a Condoleezza Rice le pusieron su nombre, tan peculiar, porque a sus padres les gustaba el término musical italiano con dolcezza, "con dulzura". ¿Pero qué significado podría tener con doleezza? Un magnífico traductor italiano me escribe, por correo electrónico, que "al oído italiano no le sugiere una idea inmediata de dulzura". Sin embargo, no hay duda de que la nueva secretaria de Estado estadounidense ha llevado a cabo una impresionante ofensiva de seducción durante su viaje relámpago por Europa. Ha presentado un rostro más elegante, ha empleado un lenguaje más matizado y ha interpretado una música más dulce de lo que la mayoría de los europeos se han acostumbrado a relacionar con el Gobierno de Bush en los últimos cuatro años. Y la espléndida estrategia que despliega en público y en privado tiene además un contenido terriblemente ambicioso, que merece, como mínimo, que lo examinemos con detalle.

El énfasis ya no está tanto en una guerra a corto plazo contra el terrorismo como en una guerra a largo plazo contra la tiranía
A Rice, que como profesora universitaria se especializó en la guerra fría, le gustan las comparaciones con los años cruciales del final de la década de los cuarenta
Se avecina una gran pelea transatlántica a propósito de la propuesta de la Unión Europea de levantar el embargo de las exportaciones de armas a China

Por si fuera poco, ha tenido suerte. Las palabras conciliatorias que pronunció en París, a principios de esta semana, coincidieron con el apretón de manos que sellaba el acuerdo de paz entre Ariel Sharon y Mahmud Abbas. Un regalo en el que Washington no ha tenido más que una pequeña intervención. El presidente al que Rice sirve con tanta lealtad, George W. Bush, se ha inspirado desde siempre en el ejemplo de Ronald Reagan. Y, como él, quiere que a su primer mandato -por el que muchos europeos tacharon a Reagan de belicista- le suceda otro que le permita entrar en los libros de Historia como artífice de la paz y difusor de la libertad. (Por lo menos, en algunos libros, dependiendo del que se lea). Ahora bien, Reagan pudo lograrlo porque el principal rival geopolítico de EE UU produjo un dirigente llamado Mijaíl Gorbachov. En cambio, hasta hace poco, resultaba difícil ver de dónde podía salir el Gorbachov de Bush. Ahora existe la posibilidad de que ese Gorbachov se llame Mahmud Abbas.

Ya sé, ya sé, es una situación distinta en muchos aspectos. Y el nuevo comienzo del optimista es el falso amanecer del pesimista. Pero empecemos por las buenas noticias: la política estadounidense está cambiando y en Oriente Próximo se vive un momento lleno de oportunidades. Los dos factores están relacionados. El argumento de Rice es, más o menos, el siguiente. El mayor reto estratégico de nuestro tiempo está en la región de Oriente Próximo. De allí salieron los terroristas que atentaron contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 y allí es donde se cultiva el extremismo islámico. La pobreza puede contribuir al problema y es preciso abordarla, entre otros sitios, en los territorios palestinos; pero Osama Bin Laden no era precisamente pobre. Las razones de fondo son políticas. Es importante estar libres de carencias, pero es mucho más importante carecer de libertad. Parafraseando la famosa frase de Tony Blair sobre el crimen, hay que ser duros con el terrorismo y con las causas del terrorismo.

El Gobierno de Bush, en la conmoción posterior al 11-S, empezó por dar respuesta militar y policial. Iban a dar una lección a alguien, aunque, a veces, ese alguien no fuera el debido. Ahora reconocen que, para abordar las causas fundamentales del terrorismo, es preciso utilizar más, y durante más tiempo, medios económicos, políticos y culturales. "Todavía más importante que el poder militar y, desde luego, el económico", dijo el martes en París, "es el poder de las ideas". También es necesario tener una colaboración más estrecha con los aliados; de ahí que haya ofrecido su amistad a Berlín y París.

Guerra a largo plazo

Por eso, el énfasis ya no está tanto en una guerra a corto plazo contra el terrorismo como en una guerra a largo plazo contra la tiranía. Después del 11-S se empleó la analogía con la Segunda Guerra Mundial; la analogía de este segundo mandato hace referencia a la guerra fría. El busto de Winston Churchill sigue estando en el Despacho Oval, pero ahora, más que el Churchill de 1940, es el de un momento definitorio de la guerra fría, el discurso de 1946 en Fulton. A Condoleezza Rice, que como profesora universitaria se especializó en la guerra fría, le suelen gustar las comparaciones con los años cruciales del final de la década de los cuarenta. En otras palabras, nos encontramos ante una estrategia de larga duración para promover el cambio pacífico en las sociedades no democráticas de Oriente Próximo a lo largo de los dos próximos decenios, una evolución comparable a la que se fomentó en la Europa de influencia soviética mediante una mezcla de contención y distensión. Una evolución que acabó por producir un Gorbachov.

Esta estrategia representa un cambio significativo no sólo en la política estadounidense, sino en el pensamiento de Rice. Hace cuatro años se incorporó a la Casa Blanca como consejera nacional de seguridad por su reputación intelectual de realista, es decir, porque hacía hincapié en el poder militar y la persecución obstinada de los intereses nacionales. En su caso, el cambio parece lógico, no sólo por lo que dice, sino por lo que es: una mujer afroamericana a cuyos antepasados trataron -como recuerda ella muchas veces- hasta los padres fundadores de la democracia estadounidense como una posesión, como un fragmento de persona. Ahora, cuando proclama este ambicioso programa de promoción de la democracia en todo el mundo, desde Bielorrusia hasta Birmania y desde Arabia Saudí hasta Zimbabue, dice: "Yo he vivido cómo, un día, una mujer negra llamada Rosa Parks se hartó de que le dijeran que tenía que sentarse en la parte posterior del autobús y se negó a moverse. Y así desató una revolución de libertad en todo el sur de EE UU".

En labios de Bush, una frase así no resultaría creíble. Y hasta ahí llegan las buenas noticias; a partir de aquí empiezan los problemas. "El presidente Bush", dijo en París, "proseguirá nuestra conversación cuando llegue a Europa, el 21 de febrero". ¿Pero será capaz de convencer a los europeos de que es una conversación, de que no habla al dictado? Aunque empiece a hablar como Emmanuel Kant, muchos europeos seguirán sin creerle, del mismo modo que tardaron mucho en aceptar (y algunos nunca lo hicieron) que Ronald Reagan había cambiado de táctica.

Gorbachov

Gorbachov era el líder indiscutible de un Estado postotalitario. Mahmud Abbas es el líder discutido de un Estado inexistente. Los representantes de dos grupos palestinos militantes, Hamás y la Yihad Islámica, dijeron el otro día que no se sienten atados por su alto el fuego. El interlocutor fundamental de Gorbachov era Reagan, y todo se trataba directamente entre ellos. Ahora, a pesar de la influencia de EE UU en la región, el principal interlocutor de Abbas es Sharon, y son ellos dos los que tienen que llegar a un acuerdo. Europa y EE UU quieren la misma cosa, pero, si la negociación entre israelíes y palestinos se queda estancada, las diferencias transatlánticas podrían volver a agudizarse.

Rice asegura a los europeos que Irán no es otro Irak. Aunque el presidente actual de Estados Unidos nunca va a retirar de la mesa la amenaza de usar la fuerza, la opción militar no es una de sus prioridades. Sin embargo, el Gobierno de Bush quiere que Irán interrumpa el desarrollo de su capacidad nuclear, deje de apoyar a los terroristas, se reforme y respete los derechos humanos. Todo eso se traduce en un cambio de régimen. Frente a una Unión Soviética que ya tenía armamento nuclear, era posible combinar la contención militar y la distensión política para obtener un cambio pacífico. Ahora, en cambio, nadie ha conseguido explicar todavía cómo se puede hacer una labor de prevención y distensión al mismo tiempo. Y, mientras tanto, se avecina una gran pelea transatlántica a propósito de la propuesta de la UE de levantar el embargo de las exportaciones de armas a China.

Por tanto, si yo fuera jugador, no apostaría a que esta luna de miel transatlántica vaya a durar mucho. Mientras escribía este artículo, mi traductor italiano ha vuelto a escribirme: "En cualquier caso, el nombre podría sugerir condoglianze, es decir, condolencias (por un fallecimiento)...". ¿La muerte de Occidente, quizá?

Con esta perspectiva bien presente, los europeos debemos aprovechar esta frágil oportunidad que tenemos para presentar nuestras propuestas sobre la mejor forma de alcanzar nuestros objetivos comunes. Tenemos que hacerlo pronto, de manera concreta y con brio.

Condoleezza Rice, en una reunión con representantes de la Unión Europea en Bruselas el jueves pasado.
Condoleezza Rice, en una reunión con representantes de la Unión Europea en Bruselas el jueves pasado.REUTERS

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