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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

A vueltas con la lengua

Confío en que Francesc de Paula Burguera lleve a cabo la promesa que publicó en estas páginas el viernes pasado y nos desvele con pelos y señales la tramoya del problema lingüístico que, desde la transición, periódicamente emerge y nos abochorna. Será digno de leer, y acaso nos aleccione, el proceso político que nos ha abocado a esta indigencia intelectual en la que los necios sientan cátedra de expertos y los gobernantes con mando en plaza soslayan las evidencias que les constan y celebraban la misma víspera. De la mano de tan acreditada fuente, digo del colega, estoy seguro que quedará contrastado, como negro sobre blanco, que todo este conflicto no ha sido ni es otra cosa que una reiterada claudicación ante la fronda ágrafa y analfabeta funcional.

Sólo hay que atenerse al último episodio en el que, después de innumerables percances y algún grave incidente, la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) estruja sus neuronas, olvida las afrentas de un consejero de Cultura trocado de comisario censor y alumbra ¡por unanimidad! un acuerdo de mínimos al consensuar la obviedad de que Catalunya, Baleares y País Valenciano hablan la misma lengua que allí se denomina catalán y aquí valenciano, como históricamente es conocida. O sea, vienen a decir que es blanco el caballo blanco de Santiago. Otro dictamen de índole secesionista hubiera podido significar un aumento salarial o su definitivo descrédito.

En principio, pues, todos contentos, y el Consell también. El universo progresista por su parte, salvo alguna reticencia, admitía que se había producido un notable avance hacia la normalización del idioma autóctono y lo que ahora procedía era exprimir el consenso para impulsar el uso social de la lengua. Al menos -digo yo- para que llegue el día de poder, si falta hace, debatir el futuro y circunstancias del valenciano sin echar mano del castellano, como ahora acontece por parte de gentes que pontifican sobre el asunto desde sus atalayas mediáticas. Resulta mortificante verles predicar y, lo que es peor, mentir, pues de sobra saben de qué linaje procede la lengua que se habla en su entorno y que ellos no han querido aprender nunca.

Pero poco dura la alegría en casa del indigente mental. La aludida fronda blavera cayó pronto en la cuenta de que el veredicto académico la desposeía del único fundamento de su beligerancia. Y ha levantado la voz. Y de qué manera. El falangista auténtico que preside la Diputación de Valencia, Fernando Giner, abona el amotinamiento popular; el otro camarada, Juan García Sentandreu, convoca a sus parciales; el ex UV y diputado del PP, Rafael Ferraro, se suma a los llamamientos y el presidente provincial del partido que gobierna, Alfonso Rus, doctor en escatología y prez de la parla culta, reputa de "cabrones" a cuantos se resisten a ser marcados, como él y sus parciales, por el "ferro" de la estulticia.

Un poco de ruido y alguna furia más aparente que otra cosa. A un presidente de la Generalitat, que lo es asimismo del partido gobernante, este conato insurreccional le conmueve tanto como el ladrido de una perrada de caniches. Pero Francisco Camps no está en condiciones de plantar cara a nadie. Las huestes zaplanistas, además, le abruman más o menos silenciosamente y cuestionan día a día su primacía. Abrir ahora este frente contra los saldos del valencianismo puede acabar siendo demasiado desestabilizador. Tanto más cuando en su propio partido se percibe la orfandad del liderazgo, que nunca amanece a gusto de todos. Antes, con Zaplana, se le reprochaba por su exceso, y en estos momentos el reproche es por defecto.

Así las cosas, quedamos a la espera de acontecimientos. Puestos a conjeturar, hasta es posible que se liquide esta AVL y se elija otra más dócil, como la ya existente atildada de realeza. Para quienes usan y cultivan el valenciano basta y sobra con el Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana, que es la única vía cabal para que la lengua en cuestión, la nuestra, no se homologue al panocho o el bable, dicho sea con todos los respetos. También podría ocurrir que, por gracia de un trabalenguas, se declare lo que hay que declarar sin mentar el catalán. Al fin y al cabo, todo esto es un negocio político, que no académico. Prima el convencionalismo, a menudo rehogado de burrera.

MÁS MADERA

El presidente de la patronal de la construcción (Fevec), Juan Eloy Durá, instó a la Generalitat para que se endeude más invirtiendo en el sector. Nuestros nietos cargarán con el muerto, vino a decir. Desde su mismo gremio se han desmarcado de tan insólita petición a una administración que sobrevive financieramente con lo puesto. Sin embargo, y con la vista puesta en el futuro, compartimos el criterio del empresario: más inversión, más deuda, pero no en el capítulo que él propone, sino en investigación e innovación, o en servicios sociales. ¿Vale?

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