"Las heridas del nazismo no podrán sanar nunca"
A 2,80 metros bajo el suelo, en un sepulcro de hormigón de 250 metros cuadrados con 20 estancias, bajo los jardines de la antigua cancillería del Reich, en Berlín, pasó Adolf Hitler los últimos días de su vida, rodeado de algunos incondicionales mientras el ejército ruso avanzaba imparable hacia la capital alemana. Ese ambiente irrespirable y tenso, con un hombre de 55 años que esconde tras la espalda una mano izquierda que no para de temblar pero capaz todavía de sembrar el miedo y el terror -"si la guerra está perdida, no me importa que mi pueblo sufra; no derramaré una sola lágrima por él"- es el que retrata la película El hundimiento, dirigida por Oliver Hirschbiegel e interpretada por Bruno Ganz. El filme está basado en el ensayo homónimo de Joachim Fest y en el libro de memorias Hasta la última hora, en el que Traudl Junge, la secretaria de Hitler, relata sus experiencias desde su incorporación al puesto, con 22 años, hasta su salida del búnker.
"Era una obligación mostrar ante todas las víctimas que Hitler, el criminal más grande de la historia, no era un monstruo ni un loco"
"Soy un gran admirador de Amenábar y Almodóvar. 'Mar adentro' y 'La mala educación' son dos auténticas obras maestras"
El hundimiento, que se estrena en España el próximo 18 de febrero y que compite con Mar adentro, dirigida por Alejandro Amenábar, por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, se centra en lo ocurrido en el interior del refugio entre el 20 de abril y el 1 de mayo de 1945, fecha en la que Hitler se suicida junto a su esposa Eva Braun, pocas horas después de haber contraído matrimonio. Mientras, en el exterior, se libra una encarnizada batalla con la llegada de las tropas rusas al mismo centro de Berlín.
A sus 46 años, Oliver Hirschbiegel tenía muy claro el peligro que conllevaba aceptar dirigir el que es su tercer largometraje. Pero lo hizo sin miedo, convencido de que era algo que, como alemán, le debe a las víctimas del terror nazi. Sólo tuvo una duda inicial, según confesó ayer en Madrid. "Lo primero que pensé cuando me ofrecieron dirigir esta película es que no iba a ser capaz con mi experiencia y medios cinematográficos, pero las pruebas con Bruno Ganz me convencieron de lo contrario. Mis dudas eran únicamente cinematográficas y no políticas. Sencillamente, pensé que me iba a resultar imposible reflejar a Hitler tal y como lo exigía el guión, como una persona más".
El estreno de El hundimiento conmocionó a la sociedad alemana. El público apoyó masivamente el filme en las salas, mientras la crítica se dividía ante la oportunidad de este retrato de Hitler como persona, 60 años después del final de la II Guerra Mundial. "El público alemán es un público inteligente y sabe un poco de su historia. Es imposible que al ver esta película alguien sienta cierta simpatía o atracción por el personaje. Nunca he entendido el rechazo tan rotundo que existía para presentar a Hitler como una persona en una película. A lo largo de la historia, siempre ha habido representaciones del demonio, como reflejo del mal, y nadie se ha preocupado por ello. Hitler es el criminal más grande de toda la historia, no ha habido uno peor que él. ¿Por qué no presentarle tal y como es? Yo pensaba que era una obligación mostrar ante todas las víctimas que no es un monstruo, que no es un loco. El responsable de la muerte de seis millones de judíos, de siete millones de polacos y de 20 millones de rusos era una persona normal, no un loco", aseguró ayer el realizador.
La figura de la secretaria de Hitler, Traudl Junge, es la que sirve de hilo conductor en la película, que se cierra con una especie de autocrítica por no haber advertido a su tiempo todo el horror del nazismo. "La secretaria representa al alemán medio, que no necesariamente tenía que ser nazi, pero sí culpable. La excusa que muchos alemanes han puesto de que no sabían nada de las barbaridades cometidas por el régimen es totalmente rechazable porque es mentira. Todos estaban informados. Quizás no tenían datos concretos sobre cuántos millones de personas se estaban aniquilando en los campos de concentración o lo que pasaba en los distintos frentes, pero había comentarios, se hablaba de experimentos y de utilización de gases, y los soldados que llegaban del frente necesariamente tenían que contar lo que estaba pasando. Espero y deseo que con esta película se hable de nuevo del tema".
Hirschbiegel, que confiesa su pasión por las situaciones límite, se pone muy serio cuando asegura que la herida del nazismo no se cerrará nunca. "Nunca podrá sanar. Es el crimen más grande de la historia de la humanidad y somos los alemanes los que nos tenemos que responsabilizar de ello. Quizá no seamos los culpables porque no vivimos en esa época pero sí somos responsables y a eso nos tenemos que enfrentar. Como alemanes tenemos que saber que ha habido hombres, cuya sangre corre por nuestros cuerpos, que son nuestros antepasados, que asesinaron sin escrúpulos a niños, mujeres, ancianos, judíos... pero no sólo asesinaban, sino que lo hacían en masa, de manera industrial. Era una auténtica ciencia del crimen. Históricamente no ha habido nada comparable al nazismo y por eso nuestras heridas no podrán sanar nunca".
Dice que en Hollywood han sido los judíos los que mejor han entendido el filme y se confiesa un ferviente admirador de Amenábar y de Almodóvar -"he visto Mar adentro y La mala educación y son dos auténticas obras maestras"-. Se niega a dar pronósticos sobre los Oscar, aunque sí reconoce que tanto Bruno Ganz como Javier Bardem se merecían estar entre los candidatos a mejor actor.
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