Recuerdos de una masacre
Málaga rinde homenaje a las personas que tuvieron que huir hacia Almería para escapar de las tropas franquistas en 1937
"Imaginaos 150.000 hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio hacia una ciudad situada a cerca de 200 kilómetros de distancia. No hay más que un camino. No hay más vía de escape. La ciudad que buscan es Almería y hay que andar hasta allá entre los bombardeos. Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos". Así describió el cirujano canadiense Norman Bethune en sus memorias uno de los episodios más horrendos y sangrientos de la Guerra Civil española: el éxodo hacia Almería que millares de malagueños hubieron de emprender el domingo 7 de febrero de 1937 ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Málaga.
Bethune, al igual que otros muchos extranjeros, abandonó su cómoda situación como jefe de servicio de un prestigioso hospital de Montreal y se alistó como médico voluntario de las Brigadas Internacionales durante el fraticida conflicto que enfrentó a los españoles. Sus memorias, escritas poco antes de su muerte en China en 1939, son uno de los testimonios más fieles de la masacre que supuso la evacuación de Málaga.
Un testimonio al que ayer se sumaron los relatos del medio centenar de supervivientes del éxodo, de sus familiares y de sus amigos. Víctimas y supervivientes recibieron ayer, 68 años después, un esperado homenaje en Torre del Mar, localidad costera perteneciente a Vélez-Málaga que ese fatídico día de febrero de 1937 fue punto de encuentro de los millares de personas que se vieron forzados a abandonar sus hogares.
Una placa y un almendro
Una placa conmemorativa y un almendro en flor sirvieron para rendir tributo a estas personas en lo que es el germen del futuro Parque de la Memoria, un lugar que según el presidente de la Diputación de Málaga, Salvador Pendón, servirá "para que quede constancia de lo que pasó y no caiga en el olvido".
Un objetivo que comparten los supervivientes y familiares de las víctimas, quienes ayer contaban sus dramáticas vivencias de forma serena. La argentina Ana Graciela Garrido relataba emocionada cómo su padre y sus abuelos lograron llegar a Almería a salvo tras más de una semana de penurias por el camino. "Ellos tuvieron suerte y no acabaron en la cuneta como tantos otros a causa de las bombas que por mar y aire lanzaban las tropas nazis e italianas". Su padre, Miguel Garrido, vive en Argentina y a sus 85 años espera ilusionado el cercano viaje que realizará a Málaga, su ciudad natal. "El quiere contar su historia antes de morir para dejar testimonio de aquel horror", afirma. Miguel Garrido tenía 17 años cuando acompañado de sus padres y de un hermano emprendió el éxodo hacia Almería. Y lo hizo como cabo del ejército republicano, ya que fue de los que aguantó en la defensa de Málaga hasta el final. Miguel Garrido logró sobrevivir a los bombardeos, cruzó los Pirineos y estuvo un tiempo en un campo de concentración en Francia. "Se separó de sus padres y hermano y ya en Francia consiguió arreglar sus papeles para emigrar a Argentina".
Ana Graciela afirma estar en deuda con el poeta chileno Pablo Neruda, que siendo embajador de Chile en Madrid, organizó la marcha de miles de exiliados españoles a Suramérica. "Mi padre fue uno de los que Neruda salvó al embarcarlo en el Winnipeg rumbo a Valparaíso". Un barco de salvación para muchos al que Neruda incluso dedicó un poema que Miguel Garrido, asegura su hija, recuerda vivamente: "Lo vi volar por primera vez en un atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco alado y viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo...".
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