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VISTO / OÍDO
Columna
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Democracia salvaje

Una de mis utopías preferidas es la de la democracia. Tengo varias: la característica del hombre del día, el que vive su tiempo y no el pasado, y se aproxima al futuro, independientemente de que vaya a vivirlo o no, ha de tranquilizarse ante sus contradicciones. Las opciones -"escenarios", dicen- son un atributo que se adquiere cuando caen los dogmas, la afiliación a las verdades únicas, las suposiciones de exactitud en los juicios. Tampoco el dogma de la mayoría puede sobrevivir tal como está durante mucho tiempo: es decir, la forma de falsear las elecciones forzando al ciudadano a pensamientos que no le convienen. Ése es el triunfo de lo que se llamaba ancien régime cuando se fundó la democracia moderna en Francia: la filosófica, la enciclopédica, la de una evolución anterior que, desarrollada, llegó a ser una Revolución. Solemos estudiarla como una irrupción, como algo que cortó la "vida normal" (no existe vida "normal": es cambiante a cada nanosegundo: la Tierra no es estática) y saltó sobre el poder para ejercer otro. Nada pasa así. La República española no fue una irrupción, sino la consecuencia de una decadencia y una injusticia continuas del antiguo régimen, llamado monarquía: la pérdida del imperio, el desastre de Cuba y Filipinas, la guerra de África, la dictadura de Primo y la de Berenguer, los fusilamientos de Montjuïc y de Jaca, la imposibilidad de incorporarse a la revolución industrial... Aquella revolución española tranquila y estallante de bonhomía, no incorporó la guillotina; pero se terminó porque el antiguo régimen se desbordó de pistoleros, espadones, trabucaires, cardenales aciagos, y, finalmente, garrote vil y pelotón que prolongaron el régimen absoluto durante cuarenta años.

Me pregunto si la democracia que hoy reina en el mundo es tal; no digo reina por facilidad semántica, sino porque Bush es un rey, y los presidentes de consejo son absolutistas de cuatro en cuatro años y dejan sus sucesores designados; cuando pierden del todo, no creen que han perdido, sino que les han robado, despojado, traicionado, y se justifican si roban, traicionan, despojan. "Peor fue lo mío", dicen; y el domingo lo dijo Rajoy en este periódico. No me refiero a estas alteraciones del orden intelectual tan locales, con tanta historia detrás, con tanta anamnesis para el analista, sino a una totalidad del mundo que se llama democrático. Por eso la idea global y pura como la razón es mi utopía.

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