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'CAIGA QUIEN CAIGA' | Tele 5
Columna
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No caen todos

El regreso de Caiga quien caiga a Tele 5 dejó claras sus intenciones desde su modernísima careta. Manel Fuentes sustituye al Gran Wyoming y lidera un acelerado comando formado por Arturo Valls, Eduardo Aldán (que habla a velocidad de vértigo), los reporteros Juan Ramón Bonet, Christian Gálvez, Fernando González y, en el papel de columnista destroyer, Deborah Ombres. Superado el primer impacto, simbolizado por una robótica mosca cojonera, empieza el resumen de noticias, que incluye el minizapping 'Top five'.

La primera sorpresa fue que CQC centró el grueso de su crítica contra el PP, partido que ya no gobierna. ¿Imagen de marca? ¿Derecho a réplica con efectos retroactivos? La gracia que pudo tener en su día incordiar a los gobernantes se ablanda cuando están en la oposición, sobre todo si a los miembros del Ejecutivo actual se les trata desde una benevolencia desactivada por la onda expansiva del talante. Como si el tiempo no hubiera pasado, volvieron los acosos, micrófono en mano, a Ana Botella, Mariano Rajoy, Alfredo Urdaci y José María Aznar. También se recurre a la posproducción para ilustrar rostros y expresiones con voluntad de caricaturizar, algo que, según cómo, podría entenderse como manipulación.

Tras un inicio gritón, Fuentes encontró un ritmo más adecuado para repartir juego. Colocarle una pegatina de CC OO en la espalda de Urdaci, preguntarle a Botella si pide perdón por la guerra de Irak, todo se hace con una intención corrosiva que, a veces, no pasa de la gamberrada adolescente y que no dista demasiado del estilo paparazzi (¿es Aquí hay tomate el CQC del corazón?). ¿Se rebasan los límites en el incordio o al manipular las respuestas de los personajes pacíficamente asaltados? La pregunta daría para un debate. Verborreicos, temerarios, haciendo honor a la mosca que los representa, los hombres de negro recuperaron su condición de martillo de guardaespaldas. Sigue resultando esperanzador que no les manden a freír espárragos más a menudo. No obstante, faltó imaginación para no convertir la burla al PP en filón recurrente. La irreverencia y la provocación, tan necesarias, pueden quedarse en convencionalidad si siempre meten el dedo en la misma llaga. Formalmente eficaz, con profesionales preparados para llevarlo a cabo, los contenidos tendrían que equilibrarse más para que los sectores poderosos caigan por igual, el sarcasmo sea realmente transversal y la transgresión no se rebaje con ramalazos endogámicos y autocomplacientes.

[Caiga quien caiga contó el pasado viernes, día de su estreno, con una media de 4.423.000 espectadores, un 25,6% de cuota de pantalla].

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