Un estado de ánimo
¿Tendrá algún éxito Cork en su capitalidad europea? A uno le gustaría que fuera así, y que la modestia con que la ciudad irlandesa ha enfrentado el acontecimiento la refrendasen los buenos resultados. Me complace que Cork, en su año europeo, haya huido de los enormes y costosos espectáculos a los que tanta afición tenemos por aquí. ¿Se imaginan ustedes el comportamiento de nuestros gobernantes de ejercer Valencia o Castellón la capitalidad europea? No soy partidario de esas excentricidades que, a la larga, acaban por diluirse, quedan en nada, y dejan -como nos ha sucedido a nosotros- las arcas vacías. Creo que en la apuesta de Cork, tan llena de sentido común, tan respetuosa para sus habitantes, nos jugamos un poco de nuestro futuro. Si triunfa el sensato programa irlandés probará que las cosas se pueden hacer de otra manera, de una manera más razonable de la que se ha impuesto entre nosotros durante los últimos años.
Desde que los directores de marketing se adueñaron del gobierno, los valencianos vivimos instalados en la exageración. ¿Han reparado ustedes en la cantidad de superlativos que usamos corrientemente para todo? Cualquier cosa que se anuncie en la Comunidad, sea un plan económico, un proyecto turístico, una exposición de arte, está obligada a ser grande, única, extraordinaria. Ha resultado agotador pasar, prácticamente sin respiro, de un asunto a otro, cada cual más admirable. Hemos tenido que ser pioneros en tan diversas y exageradas empresas, que -tengo la impresión- finalmente los valencianos nos hemos fatigado. De ahí debe proceder ese cansancio que comienza a percibirse en nuestra sociedad y se manifiesta en el propio Gobierno.
¿Recuerdan ustedes a dónde debía conducirnos Terra Mítica? ¿Oyeron hablar del proyecto Infoville que nos introduciría, en un abrir y cerrar de ojos, en plena sociedad de la información? Ya sé que hemos hablado muchas veces de ello, pero debemos seguir recordándolo. Y debemos hacerlo porque aún continúan insistiendo en los beneficios que rendirá la Ciudad de la Luz, y anuncian una nueva ciudad, dedicada esta vez a la Lengua (¡). ¿No tienen la sensación de que nos hemos agotado fundando tantas ciudades y de que el esfuerzo realizado nos pasa ahora factura? Tal vez sea por ello que no acertamos a reaccionar ante una crisis como la que afecta a nuestra industria: nos hemos quedado sin ideas y, lo que es doblemente grave, sin dinero.
Leímos en los libros de Historia que los países quedaban agotados tras protagonizar grandes gestas. Me pregunto cuáles han sido nuestras grandes gestas, las que nos han llevado al agotamiento y han creado nuestra enorme deuda. Da pavor pensar en qué proyectos tan fútiles se ha esfumado el dinero de los valencianos. Por eso miramos con una cierta envidia políticas como la de Cork, porque apreciamos en ellas un punto de sensatez, de respeto por el ciudadano del que nosotros hemos carecido. Ya va siendo hora de que los proyectos en que nos embarcan los juzguemos nosotros, sin esperar a que un equipo de propaganda nos diga cuándo hemos de aplaudir o cuándo debemos asombrarnos. Hay que decirles a nuestros políticos que dejen de considerarnos unos papanatas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.