El Mallorca cae ante un brillante Joaquín

La tarde estaba fresca, pero también soleada, y Joaquín decidió que le apetecía liarla. Al comienzo del partido, se hizo el remolón; merodeó por los alrededores del círculo central con cara de inocente, se lio a la hora de repartir juego desde un terriotorio desconocido para él y rebañó un par de balones de ataque del Mallorca. Cansado de marear la perdiz, se fue a donde más le gusta y empezó a destazar al Mallorca con largos cortes en diagonal.

El Mallorca fue fiel al estilo de su entrenador, Héctor Cúper; las líneas estuvieron sólidas de aspecto y funcionamiento y Farinós y De los Santos intentaban encarnar el yin y el yan del alma del equipo. El mérito de Joaquín fue meterse entre las costillas, en la parte blanda que quedaba entre De los Santos y Poli.

En el minuto 24, Joaquín arrancó desde recién pasada la mitad del campo y no muy cerca de la raya lateral, centró entre líneas y el balón acabó en la bota de Fernando que entraba como una bala por la izquierda aunque sólo logró estrellar la pelota en la cruceta. Dos minutos después, Joaquín le puso la pelota en la cabeza a Edú, que no perdonó. Como Oliveira no estaba muy fino, Edú se enroló al joaquinismo. No sabe nada de fútbol el brasileño.

En la primera mitad, la única jugada de ataque de mérito del Mallorca fue una individual. Jorge López, a banda cambiada, se coló entre varios béticos y acabó tirando mal. Pero no le perdió la cara al encuentro el equipo de Cúper, aunque tampoco sería correcto decir que se fuera despendolado y generoso al ataque. Eso al argentino no le sale ni bajo hipnosis.

La segunda mitad comenzó con Joaquín gustándose de nuevo. A los 20 minutos de la reanudación ya había tenido él una oportunidad clara y le había regalado otra a Fernando. El Mallorca reaccionó cuando Cúper quitó a Farinós y colocó a Arango en el centro del meollo de su equipo. El venezolano le dio más velocidad y menos predictibilidad al juego mallorquín e hilvanó varias jugadas veloces y punzantes. Delibasic perdonó un gol a menos de diez minutos del final. Pero Joaquín no.

El extremo gaditano llegó al pico del área con una pelota mansa y casi parada -tras su partidazo, los zagueros no se atrevían a entrarle-, levantó la mirada y centró flojo para que cabeceara Edú a placer. Lo mismo que el primer gol, pero todavía con mayor superioridad. La que demostró ayer Joaquín.