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Reportaje:ACCIDENTE LABORAL EN BURGOS

"La desgracia es no haber podido ayudar más"

Uno de los vecinos del edificio afectado colaboró en el rescate de los obreros

Elsa Granda

Los vecinos del edificio afectado por el incendio en el que fallecieron siete obreros en Burgos comenzaron a regresar sobre las 14.00 horas a sus viviendas para recoger algunas de sus pertenencias. La fachada ennegrecida por el humo causada por la deflagración les recordaba la pesadilla que habían vivido esa mañana. La mayoría no sabía si podían quedarse en sus casas.

Muchos, acarreaban pequeñas bolsas para pasar la noche en un hotel o en casa de una familia. "No hay desperfectos importantes, sólo un fuerte olor a material quemado", comentaba un vecino. Poco a poco, el barrio iba recobrando la normalidad, pero los bomberos, la policía local y los curiosos reunidos junto al cordón policial recordaban que allí se había producido una tragedia.

"Entrabas a ciegas, quién se iba a imaginar que había más personas dentro"
"Había mucha molestia por los ruidos de las máquinas que a veces arrancaban en el local"
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Tras la barra de la taberna La Pulpería, que hace esquina con la calle de Sauces, una mujer de rasgos duros recordaba cómo cada mañana desde hace meses las víctimas iban a tomar café allí: "Ha sido una tragedia", se lamentaba. "No me lo puedo creer".

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En el exterior, Alberto pide que no se le filme; tiene los ojos enrojecidos y se emociona a medida que va narrando lo ocurrido. Los habitantes del inmueble se dieron cuenta de que algo anormal pasaba porque comenzaron a percibir un fuerte olor "como a plástico quemado". Al bajar corriendo las escaleras, "casi no se veía nada y fuimos avisando a los de los otros pisos", dice Adela. Cuando llegaron a la calle, ni se imaginaban lo que iban a encontrar. "Las llamas llegaban al tercer piso", comenta otra vecina.

En ese momento, Alberto cogió un extintor y se metió en el local, de donde salía el humo y las llamas. "Fui a ayudar como habría hecho cualquier persona", asegura. Apagó un fuego "que no era muy grande" que encontró a la derecha del local.

No veía nada; en ese momento, entre el humo apareció uno de los operarios arrastrando a un compañero. La policía no había llegado y tampoco los bomberos. "Entrabas a ciegas, quién se iba a imaginar que había más dentro". A las primeras cuatro personas las sacaron el compañero de las víctimas, Alberto y otro vecino. Alberto le hizo un masaje cardiaco a los dos primeros y la respiración boca a boca. "Tengo a esas dos personas que no me las quito de la cabeza; la desgracia es no haber podido ayudar más", comentaba abatido.

Una docena de vecinos fueron trasladados al hospital General Yagüe, pero sólo por precaución "porque habían aspirado algo de humo". Los dueños de los pisos aseguran que no oyeron explosión alguna, que lo que les alertó sobre lo que ocurría fue el humo y el olor a quemado. Pocos quisieron presenciar el rescate que vendría después, cuando los bomberos y la policía sacaron del local los cuerpos de los siete fallecidos.

Adela recuerda que cuando pisó la calle el obrero que estaba fuera del local les advirtió de que se alejasen porque "había un bidón de gasolina que podía estallar". "La mayoría tenemos niños y nos fuimos de aquí", comenta otra vecina.

En los corrillos, se hablaba de la tragedia, y se recordaba también las reclamaciones que habían hecho a los encargados de la obra del carril bici. "Había mucha molestia por los ruidos de las máquinas que arrancaban a veces en el local, y porque arrancaron algunos adoquines de calle", pero recuerdan que el momento que más les irritó fue cuando, hace un mes y medio, "se dejaron una vasija abierta y se inundaron los garajes", comentaban.

Junto a la puerta medio desvencijada de la lonja, con su casas teñidas de negro, las ropas de los balcones tiznadas y el pesar en el cuerpo, Luisa recuerda que sólo oyó un fogonazo. "Afortunadamente no hay vecinos heridos, pero muchos están destrozados psicológicamente. Ha sido una tragedia", comentaba otro vecino.

En el hospital una mujer suramericana deambulaba de un sitio a otro desconsolada. Su marido estaba en el local siniestrado pero aún no sabía qué suerte podía haber corrido. Su estado de conmoción le impedía casi articular palabra.

Al hospital General Yagüe fueron llegando los compañeros de las víctimas. "Sí trabajamos en la misma empresa, pero no sabemos quiénes son los muertos ni los heridos. Hemos venido a ver si nos enteramos de algo". Uno de ellos se lamenta: "Esa obra ya empezó mal, porque ha habido muchos retrasos en la ejecución. No sé, yo creo que ya empezó mal".

Las familias de las víctimas se blindaron con su dolor en habitaciones del centro sanitario y del tanatorio de la ciudad. La incertidumbre y la tragedia fueron su desgraciada compañía durante todo el día. A las puertas del Instituto Anatómico Forense del Hospital Divino Vallés de Burgos, Gabriel Castañares, el subdelegado del Gobierno en Palencia sólo pudo hablar de "profunda consternación". Cuatro de los fallecidos eran palentinos.

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