Zapping
¡Viva la tele!
En estos días la programación se rellena con material de archivo. Es tiempo de resúmenes y parte del personal está de vacaciones o atrapado por la nieve, el hastío o la resaca. El criterio de selección es una mezcla de cronología y catástrofes. Por desgracia, el año ha sido tan terrible que sobran imágenes que no quisiéramos ver y que, precisamente por eso, obtienen máximas audiencias.
Resumen
Para compensar se enlatan programas especiales de humor que provocan síntomas tan diversos como sopor, vértigo, pánico, indiferencia, compasión o una adictiva fascinación por este aparato cada vez más plano. Me lo repito para no olvidarlo: pese a los debates sobre telebasura, al luto carroñero que siguió a la muerte de Carmina Ordoñez, al desequilibrio de los concursantes de Gran Hermano, a la lluvia torrencial del día de la boda de los Príncipes de Asturias, me encanta la tele. Sobre todo cuando se reponen series como El ala oeste de la Casa Blanca, tan mal programada por TVE como la primera vez que la emitieron (TVE tiene en plantilla a un perverso saboteador especializado en atentar contra las obras maestras de la ficción televisiva, véase Doctor en Alaska o Urgencias). ¿Por qué nos sigue gustando la tele? Probablemente por lo que escribió David Foster Wallace: "Es innegable, sin embargo, que ver la televisión es una actividad placentera, y puede parecer raro que gran parte del placer que mi generación obtiene de la televisión resida en burlarse de ella".
Tomates
En efecto, la televisión es de los pocos espectáculos que incluyen la posibilidad de despotricar sobre él. Si vamos al teatro está mal visto insultar a la actriz o acordarse de la madre del director, mientras que la televisión permite, sin movernos de casa, participar lanzando puyas y tomates más ácidos que el mismísimo Aquí hay tomate, con esos histriónicos presentadores que, en plena crisis de identidad, han optado por imitar a sus imitadores. Los pedagogos recomiendan a los padres que veamos la tele con nuestros hijos. Eso hacemos: nos sentamos juntos y empezamos a meternos con el primero que asoma por la pantalla. La familia que insulta unida permanece unida.
Balance
Hay que andarse con cuidado a la hora de destacar algo de este intenso y agotador año televisivo. De lo último, me quedo con el programa Domino's Day (Antena 3, el lunes pasado), una exhibición de figuras construidas con fichas de dominó que se van tumbando unas a otras formando figuras mayoritariamente feas o, en su defecto, horteras. Millones de fichas ordenadas gracias a la paciencia de un grupo de entusiastas y que, en pocos segundos, dejan de tener sentido. Es una imagen muy gráfica y metafórica de la fugacidad del esfuerzo colectivo. Y también de la televisión: tanto esfuerzo y dinero invertido para que al final todo desaparezca en un fugaz intento de seducir a los audímetros.
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