Líneas de vino junto al Duero

Los vinos del Douro son como un estallido poderoso, profundo, denso y colorido en el paladar. No dejan indiferentes, son todo salvo anodinos. "Desde hace un par de años, los españoles están comenzando a respetar el vino de aquí; antes lo consideraban como un caldo cualquiera", comenta Dirk van der Niepoort, de origen holandés y productor de vinos de mesa y de oporto. "Este vino no se bebe, se mastica", rezaba el eslogan que acuñó la empresa que vendía el Vallado 97, de la Quinta do Vallado: todo un éxito. Vinos largos, con estructura, taninos y mucho alcohol: 14,5 grados. Vinos tintos carnosos, listos para envejecer en botella con gran dignidad, que sin embargo se beben en ocasiones antes de lo debido a causa de esa moda de lo rústico y lo astringente, lo marcado por cierta acidez, que impera en el mundo vinícola de hoy, y que no responde más que a la urgencia comercial y a la relativa capacidad adquisitiva del consumidor. Los vinos del Douro son grandes vinos.

El mérito es doble cuando se contempla el terreno donde crecen los viñedos a lo largo del río, encaramados a los relieves imposibles de los bancales escalonados de las montañas, que muchas veces no admiten más que dos líneas de viñas y están limitados por muros de pizarra seca que son una reliquia constructiva. Una pesadilla para trabajar y vendimiar, en un paisaje humano extraordinario para recorrer caminando, en coche, en barco y hasta en tren. No en vano, el Alto Douro Vinhateiro está declarado patrimonio mundial por la Unesco. Pero además, esta zona vinícola fue la primera en el mundo en acuñar una denominación de origen tal y como hoy se entiende, a través de su declaración de región demarcada del Douro, nada menos que en 1757.

A esta particularidad se une el hecho de que conserva cepas extremadamente antiguas que abarcan más de 80 castas distintas, todas autóctonas y la mayoría tintas. La más apreciada, la touriga nacional, es la que marca el carácter. Según Francisco Olazábal, de la Quinta do Vale Meão, "la touriga nacional es tan interesante que acabará por implantarse en otras regiones". A ella se unen la touriga franca, la tinta barroca, la roriz (tempranillo), la tinta cão y la tinta amarela: las principales y más apreciadas. Los suelos, procedentes de formaciones del precámbrico, son pizarrosos y ácidos, y el clima es de tipo continental mediterráneo. Las lluvias son escasas, y las horas de sol, abundantes. Todo ello proporciona un sabor especial a la uva y una gran concentración de azúcares.

Cepas antiguas y variadas

La elaboración de vino del Douro es reciente, no alcanza más de 10 años. Antiguamente, el caldo se vendía a granel a los productores de Oporto. Desde hace unos años, las ventas del mítico vino dulce han bajado, y los productores se han dedicado a elaborar vino de mesa con gran éxito. Su secreto radica en que la tradición, técnicas de cultivo poco agresivas, cepas antiguas y extraordinariamente variadas, prensado a pie (en muchos casos) y rigurosa selección manual, se aúna con la tecnología más puntera y con criterios libres a la hora de inventar los vinos.

Las cantidades rara vez superan los 200.000 litros anuales, y a veces se limitan a 40.000. Muchos de estos productores lo son desde hace generaciones. Algunos son descendientes de la mítica Dona Antónia Adelaida Ferreira, una adelantada de su tiempo que en el siglo XIX compró numerosas fincas y producciones, robándoles el monopolio a los británicos y favoreciendo el resurgir económico del valle y sus habitantes.

Hoy, Dirk van der Niepoort y Francisco Olazábal, junto con otros vinicultores como Cristiano van Zeller, de la Quinta Vale D. Maria; Tomás y Miguel Roquette, de la Quinta Crasto, y Francisco Ferreira, de Vallado, han decidido darse a conocer. "No nos interesa sólo el mundo de los especialistas", comenta Van Zeller, "sino el del público en general, el del turista, el cultural. Queremos dar forma a la imagen Douro-Duero como una prolongación natural y un enriquecimiento mutuo en torno al río. Para nosotros, el terroir de los franceses, el terruño, es también las personas que lo trabajan". Ellos mismos, con su perfecto castellano y su visión abierta del mundo, son una muestra de este talante transfronterizo. Cada uno imprime a sus vinos su propia personalidad. Por ello se ofrecen a mostrar sus quintas y explicar los secretos de sus mejores vinos y oportos, y por ello están madurando la idea de crear turismo de habitaçao en sus propias fincas y fomentar rutas vinícolas en torno al río, aún virgen y sin explotar en este sentido.

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