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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mosquito en la medina

Cuando las autobiografías se centran en la infancia, el lastre de la idealización y la nostalgia suele ser todopoderoso, y a menudo contagia de sentimentalismo el conjunto de la obra y la hipoteca a ojos del lector. La posible vacuna tiene que ser la humorina.

Abdellatif Laâbi (Fez, Marruecos, 1942) recurre al desparpajo y a la comicidad para pintar unos años de infancia, previos a la independencia del país (obtenida en 1956), en los que la ciudad marroquí más culta y curtida en todo comercio albergó mil historias como la del crío Namus (Mosquito) y su familia.

Laâbi es uno de los mayores poetas vivos de Marruecos, y como ciudadano pertenece a la multitud de compatriotas que no han tenido una vida fácil bajo el régimen de Hassan II: su compromiso democrático le llevó a ser encarcelado en 1972 y, gracias a la presión internacional, pudo salir de prisión en 1980. Con tales antecedentes, lo lógico habría sido una autobiografía de ceño fruncido.

FEZ ES UN ESPEJO

Abdellatif Laâbi

Traducción de Inmaculada Jiménez Morell

Ediciones del Oriente

y del Mediterráneo

Guadarrama, 2004

252 páginas. 16 euros

Pero Laâbi opta por todo

lo contrario: libro transparente, enamorado de los multicolores cielos de Fez, libro repleto de niños y grandes que juegan, se gastan bromas, aplican trucos para ir tirando. Y, más que nada, libro enamorado de una vida familiar que fue feliz gracias a unos padres cariñosos y listos. Laâbi les retrata con ternura, pero nunca con sentimentalismo: al revés, echa mano de la comedia para trazar sobre todo un personaje impar, el de Guisa, su madre, rezongona con razón contra todas las obligaciones que le caen, espíritu libre ante los abusos de toda autoridad, doméstica o política. Hablando de política: la narración de las luchas por la independencia y de la pasión por el rey legítimo (Mohamed V) exilado por los franceses es vívida y verosímil; y lo es precisamente por el humor, por recordar detalles como que la vox populi sabía que el exilado estaba confinado en Madame Cascar (o sea, Madagascar).

La lectura de esta autobiografía viene a demostrar lo cercano de las infancias vividas en esos años a uno y otro lado del Estrecho. Viene a demostrar que lo que Saroyan llamaba "la buena gente" pervivirá siempre, aunque desde arriba bien que se intenta exterminarles. Un libro que desmiente toda esa canallada de intentar desencadenar un "choque de civilizaciones".

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