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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El triunfo sin lugar

En La hendidura, F. S. Fitzgerald descubre que "toda vida es un proceso de demolición". Lo escribió en 1936, ahogado en alcohol, y cuando el mundo era ya un jarrón de porcelana hecho trizas. "Si yo me rompiera, haría estallar el mundo conmigo", confiesa. Aquella identificación petrificante, que ocurre en el borde de nosotros mismos en un vagar esquizoide entre el exterior y el interior, se vive hoy bajo una aguda forma de crujido, de dispersión de la unidad. El cuerpo -del individuo, social- ha perdido su medida y no es más que un simulacro. Sólo vemos la superficie, con sus monstruos. Es La ciudad que desaparece, una psicodelia de fábricas abandonadas, edificios en ruina, calles agrietadas, charcos donde se miran, narcisistas, las calaveras de los edificios, coches y grúas de desguace, grafitos -la escritura suspendida- sobre casas desoladas que emergen del anonimato en los barrios periféricos de las metrópolis.

BOTTO & BRUNO

'La ciudad que desaparece'

CaixaForum

Avenida del Marqués de Comillas, 6-8. Barcelona

Hasta el 13 de febrero de 2005

En el vestíbulo de una de las salas de exposiciones de Caixaforum, la pareja de artistas Gianfranco Botto (1963) y Roberta Bruno (1966) ha creado un environment a modo de travelling donde se suceden las imágenes de la demolición y la desmesura de las ruinas, símbolo del espesor del presente o del devenir esquizofrénico. Se trata de fotografías reales tomadas en decenas de ciudades, seleccionadas, recortadas, ampliadas y encoladas en paredes y suelo como un wallpaper gigantesco que provoca en el visitante una profunda sensación de abandono y de estallido del fin, a modo de película futurista. Blade Runner existe, es esa imagen-símbolo de la insoportable piedad que producen los escombros. Botto & Bruno recorren con su cámara los márgenes de la gran ciudad, documentan la desolación, el abismo indiferenciado, en Turín, Nueva York, Medellín, Londres, Busan. Después revisan las fotografías y las recomponen manualmente en un puzle aleatorio. Finalmente amplían el montaje obtenido y lo imprimen sobre papel y PVC -"nos gusta este material porque es como una piel sintética y fría", afirman- hasta configurar un paisaje que se desparrama por las paredes y el suelo. El suyo es un método artesanal, de tecnología doméstica, muy povera, una forma de rechazo de la homogeneización artística que resulta del empleo de la alta tecnología y las autopistas de la información.

Es el primer proyecto del dúo turinés en España. Su primer "ambiente" se produjo en el marco de la 49ª Bienal de Venecia, una avalancha de ruinas desencadenadas bajo un rojo cielo saturnal. La ciudad que ahora inventan para Barcelona juega con los elementos iconográficos que caracterizan la arquitectura modernista y hasta se funde con ella, con el marco de un cielo azul punteado por las dos torres y los grandes espacios diáfanos que por un instante esquivan el presente para adoptar la desmesura del futuro en el no-lugar.

En la obra de Botto & Bruno no hay sitio para las singularidades, y si existieran, han cristalizado en detritus, sepultados a la vez por ruinas y accidentes. Antes, el futuro avisaba desde las páginas de un libro o el cine era su cómplice. Ahora está cada vez más cerca y lo peor es que es reconocible. La a-topía ha ganado, finalmente, a la utopía.

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