Jardines como ficciones
Puede que sea en el fondo un error, pero cuando uno se encuentra con obra reciente de los pintores que en su momento, a finales de los años ochenta, formaron parte de La Máquina Española, la casi legendaria galería sevillana, es difícil no recordar aquellos tiempos y cotejar con ellos el trabajo actual. Porque la verdad es que, con independencia de lo que cada uno hiciera por entonces, y se trataba de cosas bien diferentes, lo que venía a unir a todos aquellos jóvenes artistas de aquel grupo era la saludable frescura con que irrumpían en la escena. Con el tiempo, los unos han descrito giros radicales, insospechados, los otros han perseverado en sus tempranos principios. Todos ellos han madurado. Pero entretanto ¿qué ha sido de aquella encomiable frescura?
PATRICIO CABRERA
Galería Tomás March
Aparisi y Guijarro, 7 Valencia
Hasta el 17 de enero de 2005
El caso del artista Patricio Cabrera, nacido en Ginés (Sevilla) en 1958, puede servirnos de ejemplo. Por un lado, por supuesto, se ha hecho mayor. Pero, por otro, se las ha arreglado para mantenerse fresco. Comenzó confrontando el lienzo como un espacio de encuentro entre el ornamento, la construcción y el concepto. En su pintura inscribía tramas de arabescos sobre fondos abstractos, a veces muy estudiados. En ese contexto fueron apareciendo motivos vegetales que, tras un periodo (hacia mediados de los años noventa) de mayor densificación y abigarramiento (y también de interés por la línea), han ido ocupando la totalidad e incluyendo en sí mismos los viejos arabescos.
En esta exposición de la galería valenciana, compuesta de obra de este año 2004, los que predominan son los motivos vegetales. Aparecen relativamente humanizados: las plantas se hallan en un jardín (se ven a veces las manos de un jardinero, empuñando sus tijeras podadoras) y, además, hay cactus con unas excrecencias que son orejas, o incluso rodeados de ojos. También vemos flores raras y algún niño antiguo, como de posguerra, regando o contemplando las plantas; y sigue habiendo arabescos, sobre fondos que parecen paisajes o racimos de Klee, o, en alguna ocasión, una pintura de Jasper Johns.
El pintor sevillano Patricio Cabrera se ha hecho quizá más escéptico con el paso del tiempo. Pero, de alguna manera, sigue ateniéndose a los impulsos que desde siempre le han movido. Se diría que su madurez le permite ser más sintético, económico y concentrado. Pero también más literario, más consciente del componente de ficción del que se nutre la pintura. Y, por suerte para él, todavía fresco.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.