El Valencia recupera el buen gusto
El Espanyol cae en Mestalla tras sufrir dos expulsiones en el minuto 45: Tamudo y Serrano
El Valencia sabe jugar bien al fútbol. Había muchas dudas al respecto después del choque del Camp Nou. Pero las despejó ayer. Aunque tan sólo fuera durante la primera media hora. La que ofrecieron Aimar, Mista, Baraja y Fiore, jugadores muy distintos a los que eligió Ranieri en Barcelona. En realidad, jugó mejor contra 11 que contra nueve. Porque el Espanyol se suicidó antes de acabar la primera parte, con la expulsión de Tamudo y Serrano por protestar. A partir de entonces, la cita fue muy desigual. Y si bien el Espanyol se defendió dignamente con nueve, sucumbió al final a la zurda de Mista, que recuperó el gol y la confianza. Es un futbolista clave para el Valencia, por mucho que le cueste advertirlo el entrenador.
VALENCIA 3 - ESPANYOL 0
Espanyol: Kameni; Ibarra, Lopo, Pochettino, David García; Miñambres (Martín Posse, m. 13), Morales, Ito (Jarque, m. 67), Serrano; Maxi (Fredson, m. 70); y Tamudo.
Valencia: Cañizares; Curro Torres, Caneira, David Navarro, Moretti; Angulo (Rufete, m. 77), Baraja, Fiore, Xisco (Fabio Aurelio, m. 77) ; Aimar (Corradi, m. 83); y Mista.
Goles: 1-0. M. 11. Golpe franco directo de Baraja que se cuela por la izquierda de l a portería de Kameni. 2-0. M. 81. Mista marca a placer tras una internada por la derecha de Rufete. 3-0. M. 87. Mista, a pase de Corradi.
Árbitro: Esquinas Torres. Expulsó con roja directa a Tamudo y a Serrano (m. 45) por protestar. Amonestó a Fiore, Lopo, Ibarra y Morales.
Unos 40.000 espectadores en Mestalla.
Ranieri alineó a Aimar y Mista y su equipo, que jugó sin medio centro defensivo, tuvo una media hora notable
El Espanyol se quedó en los puros huesos antes de terminar la primera parte. Mala suerte las lesiones de De La Peña y Miñambres, pero clara tendencia autodestructiva las reiteradas protestas al árbitro de Tamudo y Serrano. Por mucho que se sintieran maltratados por el penalti que le escamoteó el árbitro a Maxi tras un agarrón de Baraja dentro del área. O por mucho que la falta de Lopo sobre Aimar al borde del área no lo fuera. Y tras la cual se multiplicaron las quejas espanyolistas. Tamudo es un jugador experimentadísimo para caer en eso. Otra cosa es Serrano, que pagó la novatada.
Al ver la escabechina, Lotina se santiguó desde el banquillo. No entendía nada. El Espanyol se marchó al descanso con dos jugadores menos y un gol en contra, consecuencia esta última de una superioridad del cuadro valencianista en la primera media hora. Después de mucho tiempo, el Valencia jugó al fútbol moderadamente bien. Nada del otro mundo, pero mucho por contraste con las anteriores actuaciones.
Porque después del exceso de brusquedades del Camp Nou -ese partido de hombres, como lo definió Claudio Ranieri-, el técnico valencianista optó esta vez por esos otros hombres, más creativos, más frágiles, menos duros. O sea, Aimar, Mista, Fiore y Baraja. Y una rareza: no había medio centro defensivo. Es decir, no había un volante dedicado casi exclusivamente a destruir, sino alguien -Baraja- que recuperaba e iniciaba el ataque. Con transición, con toque, con alegría. Y lo más extraño: el Valencia, sin recuperadores, recuperaba rápidamente la pelota. Y volvía a atacar.
Lo advertían sus compañeros: Baraja es un excelente lanzador de faltas. Lo sabían ellos, por los entrenamientos. Casi nadie más.En los partidos, sus disparos de golpe franco no pasaban del aprobado. Hasta ayer. Desde unos 25 metros y esquinado a la izquierda, Baraja golpeó fuerte y enroscado a la pelota, que salvó la barrera y se marchó ajustada al palo largo. Tapado por la barrera, Kameni se lanzó tarde. No llegó.
El Espanyol quedó confundido en un primer momento por dos golpes inesperados. La baja a última hora de De la Peña por problemas estomacales. Y la lesión al cuarto de hora de su sustituto, Miñambres. Claro que pareció salir ganando con quien lo suplió: Martín Posse, que levantó al Espanyol de la lona. Rapidísimo y escurridizo, el delantero argentino se convirtió un rato en un incordio para la defensa local.
Lo que no sospechaba Posse es que sus compañeros lo dejarían tan pronto en la estacada. El partido se convirtió en un monólogo del Valencia, que arrancaba en Aimar y acababa en Mista. El delantero estuvo oliendo el gol toda la noche, pero se pasó buena parte del encuentro haciéndolo todo bien menos lo fundamental: rematar. El Espanyol no se cerró a cal y canto. Dejó arriba a Posse, e incorporó a gente a la menor ocasión. E incluso amasó una posesión de balón muy superior a la que se le suponía.
El dominio valencianista no fructificaba y cundió cierto nerviosismo en la grada. El problema el Valencia lo tenía localizado en sus bandas. Apenas penetró por las mismas. En parte porque Xisco, sustituto de Vicente, no desbordó. Y en parte porque Angulo tampoco vive sus mejores días después del triste episodio de su escupitajo al jugador del Werder Bremen. Y quedó en evidencia cuando entró Rufete en el último tramo del encuentro, alcanzó la línea de fondo, y su centro raso sólo hubo de empujarlo Mista a gol. Sentenció el partido.
El Espanyol se defendió armoniosamente con sus ocho hombres de campo. Los más veloces de Lotina, Ibarra y Martín Posse, se animaron a atacar y a practicar varios eslaloms ante el pánico al ridículo de la hinchada valencianista. El Espanyol llegó vivo a 10 minutos para el final y Lotina ordenó subir a sus centrales al ataque en las faltas a favor. Pero en una de ésas recibió la estocada final. Fue un contragolpe dirigido por Fiore, continuado por Aimar y Rufete, y concluido por Mista. Recuperado el olfato goleador, Mista repitió poco después. Después de tanta abstinencia, tenía ganas de saciarse. Y asemejarse al del curso pasado.
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