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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sicalipsis en el Artenbrut

"La academia del Gordito era entre el número 10 y el 12 de la calle del Conde del Asalto, en un primer piso. Tenía un gran salón que se abría a un pequeño escenario. El Gordito enseñaba a evolucionar a las futuras estrellas de variedades que acudían a su estudio". Así empieza el espectáculo La cupletista. Cançons de Càndida Pérez, dirigido por Pere Sagristà, que se representa hasta el 2 de enero en la sala Artenbrut de Barcelona. La cupletista es una de esas filigranas teatrales (entiéndase filigrana como algo pequeño y muy cuidado) que cada vez abundan menos en nuestro panorama artístico. Digo cada vez menos porque, por ejemplo, Artenbrut desaparecerá el 8 de enero y dos días después ya tendrá encima las excavadoras que lo derribarán para convertirlo en un bloque de pisos, infinitamente más rentable que el teatro. El teatro Malic también se esfumó un buen día. Me dirán ustedes que no pasa nada, que cada vez hay más teatros y a cuál más grande, pero hay espectáculos imposibles de llevar a un espacio tan mastodóntico como el Nacional, espectáculos cuya gracia es la proximidad del público. No es lo mismo intuir qué cara pone el actor porque estás en la fíla 15 y además hay cinco metros de foso, que sentarte a tres metros del escenario y poder ver cómo se mueven sus ojos, cómo son sus manos, cómo se le llena la frente de sudor. Es otra manera de ver teatro, claro.

Núria Esquius da vida a la cupletista de Olot Càndida Pérez en la sala Artenbrut, acompañada al piano por Abraham Espinosa

Pere Sagristà es gato viejo en recuperar géneros olvidados. Lo encontraréis fisgoneando en la Biblioteca de Catalunya, de donde a menudo saca la información para sus espectáculos. La temporada pasada presentó una recopilación de operetas de Offenbach en el Tantarantana y ahora está investigando lo que da de sí la zarzuela catalana. "Me gusta trabajar con cantantes que hagan teatro, no con actores que cantan", afirma Pere. Así, buscando papeles y partituras en la Biblioteca de Catalunya descubrió el nombre de Càndida Pérez. Estiró del hilo y apareció un personaje curioso, con una vida digna de la época, descubrió también el mundo del cuplé catalán en los años veinte, el ajetreo de la calle del Conde del Asalto. Dio forma al asunto y salió un espectáculo íntimo y divertido, con toques de un kitsch zalamero y con un exquisito gusto para combinar canto y palabra sin que resulte fatigoso.

Càndida Pérez nació en Olot en 1893. Era hija de un carabinero aragonés destinado en esta población. Pronto recibió lecciones de canto y solfeo, y a los 21 años debutó en el Ideal Park, una sala olotense que servía de baile, cine, teatro y varietés. La crítica local alabó su soltura, desparpajo y sus dosis de pícara. Poco tiempo después apareció en el Ideal Park un transformista representado por el napolitano Melquiades Lucarelli, quien se llevó a Càndida, literalmente, a Barcelona. Por aquel entonces la calle del Conde del Asalto era un hervidero de academias de canto y varietés, una de ellas la del Gordito, que compraba cuplés a dos pesetas, encargaba la música y obtenía muy buenas liquidaciones de la sociedad de autores. Lucarelli lo imitó y durante cinco años enseñó el arte del cuplé a su pupila, hasta convertirla en intérprete y compositora de música ligera. La cosa acabó en boda. Él tenia 42 años, ella 29. Quedó embarazada, pero Lucarelli no estaba para bollos, así que, muy a pesar de ella, la chica abortó, cosa habitual en la época. A cambio, el empresario la catapultó por las ciudades más importantes de Europa y América. ¿Quién no ha tarareado alguna vez lo de la Marieta de l'ull viu? Pues fue un invento de Càndida. ¿Y las Caramelles? Otra de sus creaciones. Raquel Meller cantaba sus cuplés en el Arnau y fue ella quien le aconsejó que aceptara un contrato con la compañía cinematográfica Paramount. Se fue a París. Actúa en el Follies Bergère, el París Palace. Se va a Roma, Milán, Florencia. Lucarelli la acompaña siempre e interviene en sus espectáculos: ella compone la música, él dirige la orquesta. A finales de los años treinta se separa de Lucarelli y se va a Brasil con un empresario que la retira de los escenarios, hasta que regresa a Cataluña en 1968. Se instala en L'Hospitalet y cuando muere su marido se va a su ciudad natal, Olot, donde morirá en 1989 de una manera anónima y discreta, como quiso ella expresamente. En la década de 1970 se celebró La Nit del Cuplé en El Molino y Núria Feliu cantó sus obras, como lo hizo también Guillermina Motta.

Ahora la cantante Núria Esquius da vida y voz a Càndida Pérez, acompañada al piano por Abraham Espinosa. Esquius tiene una vis cómica que promete y enseguida se mete al público en el bolsillo. Pere se queja de lo mucho que cuesta encontrar partituras de cuplés y agradece la colaboración del historiador olotense Josep Maria Canals. En Olot existe una plataforma reivindicativa de su hija ilustre. Allí se estrenó el espectáculo, coproducido por el Teatre Principal.

¿Han oído ustedes hablar de la sicalipsis? Pues es el arte del cuplé, o lo que es lo mismo, "malicia sexual", "picardía erótica", lo que se dice sin decir, pero con voluntad de que todos lo entiendan. Cuenta Pere Sagristà que el término se lo inventó el editor catalán Ramon Sopena a comienzos del siglo XX, cuando quiso escribir un pie a una foto subida de tono y pronunció el vocablo "sicalíptic", cuando en realidad quería decir "apocalíptic". Y así quedó para la historia. En Artenbrut encontrarán algo de ello.

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