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Vecinos del Putxet declaran que vieron a Pérez Rangel los días de los crímenes

Los familiares de las víctimas rememoran los hechos

Los testigos de cargo empezaron a declarar ayer con motivo del juicio que se sigue en la Audiencia de Barcelona contra Juan José Pérez Rangel, el presunto asesino de dos mujeres en un aparcamiento de la calle de Bertran, en el barrio del Putxet. Hubo coincidencia de todos en relatar que vieron al acusado en las horas anteriores a los dos crímenes merodeando por los alrededores del aparcamiento, e incluso en el interior de éste. También coincidieron en cómo iba vestido, que no paraba de hablar por su teléfono móvil y que su presencia les inquietó o les sorprendió, aunque tardaron unos días en pensar que aquel hombre podría ser el asesino de dos mujeres el 11 y el 22 de enero de 2003. Dos mujeres de edades y aspecto físico muy similar, con un vehículo casi idéntico y que lo guardaban en la misma plaza, aunque en plantas distintas.

Probablemente el testigo más explícito fue Antonio Santana, entonces presidente de la comunidad de propietarios del aparcamiento y dueño de un bar situado justo enfrente. Santana vio al acusado apostado en una esquina el 11 de enero, pero no le dio importancia, aunque no le causó buena impresión. Sus 20 años detrás de la barra del bar avalan ese instinto, explicó ayer. Después del segundo crimen habló con otros vecinos que habían tenido la misma sensación y les convenció de que habían de ir a la policía. En la jefatura les enseñaron unas fotos captadas de unas cámaras de los Ferrocarrils de la Generalitat y no dudaron de que era él. Ahora Pérez lleva el pelo más largo y gafas y entonces no, precisaron los testigos.

Más estremecedora resultó la declaración de los familiares de las víctimas, en especial del marido y los dos hijos de Maria Àngels Ribot. Sin apenas moverse y mirando al jurado, los tres evocaron las horas previas al día del crimen y los detalles de aquel día, como la intuición que tuvo un hijo de recoger una colilla del suelo del aparcamiento antes de encontrar el cadáver de su madre. Luego resultó que el ADN del cigarrillo coincidía con el del acusado.

Rupert Bilbao, el marido de la otra víctima, explicó que su mujer estaba muy asustada por el primer crimen y que aquellos días sintió una "curiosidad malsana de mirar en el aparcamiento". A renglón seguido, el testigo precisó: "No fui, no participé en aquello".

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