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Análisis:A pie de obra | TEATRO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Con derecho a fantasma

Marcos Ordóñez

Uno. El argentino Javier Daulte, uno de los más grandes talentos de la escena actual, sigue firme en su empeño de lograr un teatro popular, de género (policial, ciencia-ficción, etcétera) pero enormemente sofisticado. ¿Estás ahí?, su nuevo artefacto dramático, es una comedia con fantasmas, intrigante y llena de comicidad, que acaba mutando en una desoladora historia de amor. Su génesis es tan singular como sus resultados. A mediados de 2002, su autor recibió el encargo de escribir un monólogo para un ciclo del Old Vic. Para escapar del corsé formal -Daulte detesta la convención básica del monólogo: el interlocutor imposible- imaginó que su protagonista se dirigiría a otro personaje presente en el escenario pero visible sólo para él, es decir, un fantasma. Acto seguido, decidió multiplicar el reto y llenar la función de presencias incorpóreas: el protagonista hablaría por teléfono con su esposa, con su madre, con los vecinos. De vuelta a Buenos Aires, la actriz Gloria Carrá, que había trabajado en Bésame mucho, le pidió un papel en la comedia, convirtiéndose en la esposa ausente. Así, una obra concebida inicialmente como monólogo acabó contando con siete personajes

A propósito de ¿Estás ahí?, de Javier Daulte, que estará en enero en el Romea de Barcelona

... para dos actores. Vamos a ver cómo les cuento yo ahora el entramado de ¿Estás ahí? sin destripar demasiado las sorpresas de la función. Fran, un joven aprendiz de mago, se ha trasladado con Ana, su mujer, oftalmóloga, a un nuevo piso. La casa tiene bicho: el fantasma de su anterior inquilino, que se resiste a mudarse. Sabremos que se llama Claudio, que puede abrir y cerrar puertas, mover objetos, y escribir breves frases en una pizarrita infantil. Claudio es "prácticamente" invisible: para verle, Fran ha de forzar la mirada hasta rozar el estrabismo. La angustiosa tensión de ese arranque deriva, en una estrategia muy típica de Daulte, en un estallido cómico: la pelea con rollos de papel higiénico entre Fran y el fantasma, casi un homenaje a los Three Stooges. Ana está ausente, pero conmina telefónicamente a su marido para que retenga al espectro, futuro objeto de su tesis doctoral sobre la visión desenfocada. Ana está ausente y seguirá ausente... aunque la veamos. Revelaré una sola sorpresa, pero si no lo hago me resulta imposible seguir hablando de la comedia y de su formidable giro: a los veinte minutos de función, Ana muere en un accidente. Y tarda en darse cuenta, porque vuelve a casa y todo sigue como antes: Fran continúa sin hacerle el menor caso. Como si no la viera. Ahí, aparentemente, Daulte hace trampa: a los ojos de Fran, Ana es tan invisible como Claudio, y sin embargo nosotros la vemos a ella y no a él. Pero la trampa de Daulte tiene razones de peso: es imprescindible que veamos a Ana, que sintamos su angustiosa necesidad de presencia, y que la actriz encarne, nunca mejor dicho, esa cruel paradoja esencial: es visible para todos, para cualquiera...

menos para su marido, incapaz de poner atención.

Dos. Más paradojas: Fran pasa media obra tratando de ver a alguien que no está y la otra media tratando de no ver a alguien que está, que quiere seguir estando. Claudio, fantasma célibe, quiere defender un espacio físico. Ana, fantasma enamorado, lucha por un espacio emocional. Su drama, un drama que hubiera entusiasmado a Pirandello y De Filippo, es la constatación de una espectralidad retroactiva: ahora es un fantasma "oficial", pero ya lo era en vida; la muerte no ha hecho sino certificar su condición. Lo terrible, pues, de esa segunda parte es que la vida cotidiana de Ana y Fran no es muy distinta a como era antes. Y, poco a poco, va a peor. Comienza con una explotación directa: en una idea que emparenta a Daulte con el tándem Azcona-Ferreri de La donna scimmia, Fran decide aprovechar la invisibilidad de Ana utilizándola como partner de sus números de magia. El resto de la obra narra los intentos de Ana por permanecer y los de Fran por borrarla; por, siniestra expresión, "pasar página". Fran pronuncia, casi al desgaire, una frase terrible, que es la clave última de la función: "Uno sólo ama al que estuvo, no al que está". No crean ustedes, por todo lo que he contado, que saben demasiado de esta comedia. A fin de cuentas, el argumento siempre es lo de menos. Lo que importa, lo que realmente importa, es lo que no se puede explicar: lo que el autor (y director, no hay que olvidarlo) hace con sus materiales. Cómo convierte todo esto en materia escénica (ni literaria ni cinematográfica: escénica); cómo modula los tonos; cómo hace crecer esa desazón amorosa, existencial, a través de los cuerpos de los actores, sin soltar ni por un instante las riendas de la intriga, del humor, de la sorpresa. Sin renunciar -ésa es su gran elección- a las bazas del género, consciente siempre de que el espectador va al teatro para que le entretengan en el sentido más amplio y más hermoso del término; de que paga su entrada para que le saquen de sí mismo y, maravillosa paradoja, le abran una ventana que acabará dando a su más oscuro patio trasero. Hay algunas pegas, claro. En algún momento se advierte un exceso de mecánica, como si el niño Daulte, entusiasmado con su Mecano, buscara rizar el rizo y se perdiera un poco en el Más Difícil Todavía. Y quizá, para mi gusto, haya también excesos de diálogo: pienso que convendría recortar un poco las conversaciones telefónicas de Fran con su madre, que facilitan información sobre el protagonista pero ralentizan la llegada del conflicto central. ¿Estás ahí? se estrenó el pasado mes de febrero en el Cervantes de Buenos Aires. Tras su presentación en el Festival Temporada Alta de Girona, con los extraordinarios Héctor Díaz y Gloria Carrá, llegará en enero al Romea, dirigida por el propio autor y con dos cómicos catalanes igualmente notables: Joel Joan, brillantísimo en ¡Excuses! y Glengarry Glen Rose, y Clara Segura, una joven actriz que deslumbró en El sueño de una noche de verano, de Àngel Llàcer, y Refugi, de Jessica Goldstein, en la Beckett. Anoten esa cita en sus agendas.

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