Paisajes mediterráneos

Al contrario de lo que sucede ahora, cuando la actividad artística se ha reducido al mero comercio de obras y los artistas han perdido fuelle y nervio, en los últimos años del XIX surgieron diferentes grupos de pintores que, animados por las ideas regeneracionistas de 1898, fueron capaces de ofrecer una variada e intensa actividad sobre la que, poco a poco, vamos sabiendo y conociendo más a través de exposiciones como la que ahora se dedica al pintor Joaquim Mir (1873-1940), del que se exhiben cerca de ochenta obras, entre ellas algunas que formaban conjuntos unitarios, como las decoraciones de la casa Trinxet (1904), y que no habían visto la luz pública con anterioridad.

En 1898 Mir viaja a Mallorca por primera vez con Santiago Rusiñol descubriendo la luz y los parajes bravos de la isla que le permitirán desarrollar un paisajismo luminista, enormemente innovador. La exaltación y alucinación del artista ante la naturaleza casi salvaje de algunos lugares recónditos le conducirán a padecer ciertos desequilibrios emocionales que purgará con una estancia en el instituto psiquiátrico de Pere Mata, pero que le llevarán también al abandono de la escrutación empirista de los elementos paisajistas, que había dominado en la generación anterior, para enfrentarse a la naturaleza desde un punto de vista subjetivo que elude reproducir árboles o rocas, ríos o plantas concretas para deleitarse con la representación de las texturas de la materia, los brillos de las luces y los matices de los colores que llegan a adquirir una autonomía rayana en la abstracción simbolista.

En unos años en que la pintura de

paisaje va a intentar afianzar las incipientes ideas del nacionalismo, explotando luces, colores y tonalidades regionales, las personalidades de Joaquim Mir y Anglada Camarasa ofrecerán unas vistas de Mallorca alejadas de las influencias teóricas y pictóricas del Noucentisme barcelonés, desarrollando unos elementos paisajísticos y cromático-luminosos que darán motivo a hablar de una "mediterraneidad" que se aleja de los rasgos anecdóticos de los regionalismos al uso.

Después de la experiencia mallorquina, Mir se trasladó a vivir a El Vallès, terminando por instalarse en Vilanova i la Geltrú, paraje que pintará insistentemente. Desde esta localidad inicia una serie de "campañas" pictóricas que, abarcando desde Tarragona a Andorra, suponen una de las colecciones de paisajes catalanes más completas e interesantes de la pintura del primer tercio de siglo. Ahora, cuando el paisaje como tema rebrota con nuevo interés, esta exposición nos ofrece más datos para apreciar un género de pintura que había sido desplazado por la modernidad vanguardista.