Una comedia ligera
Lo mejor que tiene Greus qüestions, la nueva pieza teatral de Eduardo Mendoza, es el planteamiento, un punto de partida sorprendente y álgido, un arranque estupendo y divertido sobre una situación en la que pocas veces nos hemos imaginado, pero que todos sabemos inevitable. La cosa gira alrededor de un interrogatorio: un personaje algo estrafalario se pasa la obra haciendo preguntas sobre la existencia de otro personaje más convencional. Preguntas absurdas, fundamentales e intrascendentes que dan pie al juego escénico entre ambos. El factor sorpresa juega a favor del texto y de ahí que en estas líneas no demos más pistas.
El texto de Mendoza es inteligente y elude dar respuestas, a sabiendas de que no las hay. Cuenta con buenas dosis de humor y deja espacio para abordar la misma situación desde otra perspectiva más trágica: un tercer personaje aparece hacia el final defendiendo su monólogo mejor de lo que ha sabido defender su trayectoria profesional. Sin embargo, el montaje empieza a deshincharse hacia la mitad. No consigue sostener el ritmo inicial y las expectativas creadas pierden fuerza, a pesar del intento por incluir nuevos elementos que mantengan la atención del espectador, como es un nombre de resonancias misterioras. La ligereza intencionada con que se desarrolla la trama acaba por volvérsele en su contra. La inserción del monólogo mencionado acaba de romper una estructura que ya por entonces empezaba a flojear. Y así el final es algo desconcertante.
Greus qüestions (Graves cuestiones)
De Eduardo Mendoza. Intérpretes: Jordi Bosch, Gonzalo Cunill, Pere Eugeni Font. Espacio escénico: Gina Cubeles. Iluminación: Albert Faura. Vestuario: M. Shilling. Dirección: Rosa Novell. Teatre de Salt. Girona, 4 de diciembre.
Los tres intérpretes, Pere Eugeni Font, Gonzalo Cunill y Jordi Bosch, están estupendos. Con todo, ésta es una pieza que invita a una cierta reflexión, aunque sea a la ligera y en broma.
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