El rey de Oriente
El malagueño Miguel Ángel Jiménez consigue en Hong Kong su quinto torneo del año, el tercero alcanzado en un país asiático
A Miguel Ángel Jiménez le vistieron en Hong Kong con una chaqueta de color rojo brillante, sin cuello, botones dorados, y en la muñeca le colocaron un reloj Omega rojo y oro -el sobre con 100.000 euros no tenía color, así es el dinero-, y el malagueño comentó
-Esto es muy bonito. Me gusta el rojo. Mis ferraris son rojos también, así que la chaqueta hará juego.
Suficiente como para tomarle por un niño mimado jactancioso, insorportable, lo que sería un tremendo error.
A Jiménez simplemente le imponían los atributos que distinguían al ganador del Open de Hong Kong de golf, y el malagueño, macanudo en boca, bajo bigote rojo, coleta en nuca, el hombre más feliz del mundo, el más satisfecho de sí mismo, no se cortó a la hora de hacer alarde de parte de los bienes y fortunas que le ha dado el golf, su juego recto y creativo, su profesionalidad viajera, su año 2004 especialmente provechoso.
Su triunfo en el Open de Hong Kong, que nominalmente es el segundo torneo de la temporada 2005 del circuito europeo, es su quinta victoria del año, la tercera en territorio asiático. Antes, a comienzos de año, logró en Bangkok el Johnnie Walker, y en mayo en Shangai, ganó el primer torneo disputado en China continental.
Las otras dos victorias llegaron en Europa, en torneos de Alemania y Portugal. En Europa también vivió Jiménez, de 40 años, uno de los momentos más emotivos del año, hace dos semanas, en Sevilla, cuando terminó segundo de la Copa del Mundo con Sergio García, pero seguramente el instante de más emoción lo disfrutó en Estados Unidos, en Oakland Hills, como miembro del e quipo europeo ganador de la Ryder Cup.
"Este ha sido, evidentemente, el mejor año de mi carrera, pero espero que aún me queden muchos años como éste en mi futuro", dijo Jiménez después de imponerse por un golpe al irlandés Padraig Harrington y al veterano surafricano James Kingston. El malagueño forjó la victoria en sus dos magníficas primeras rondas, de 65 y 64 golpes, respectivamente, que le valieron un cómodo liderato. Sin embargo, al final de la tercera le igualaron Harrington y Kingston. E igualados llegaron los tres al hoyo 17º del último día. Allí Harrington hizo par, pero Kingston embocó un putt de 12 metros para birdie. Jiménez, sin inmutarse, le imitó desde ocho metros. En el 18º, al surafricano el drive se le fue contra una valla. Dropó con penalización. No pudo evitar el bogey. Como Harrington no embocó para birdie desde 10 metros, a Jiménez el par le valió para ganar.
"Ahora mi objetivo es ganar un grande. Eso es lo más importante para mí", terminó Jiménez, a quien a finales del 99, cuando su primera entrada entre los mejores, le llamaban el mejor jugador desconocido. Lo dijeron después de ganar el Volvo Masters, de quedar segundo, tras play off,del entonces imbatible Tiger Woods en el American Express de Valderrama. Y aún se lo dijeron más tarde, en junio de 2000, cuando terminó segundo, tras Woods, claro, del Open de EE UU en Pebble Beach. Ahora le colgará otra de las queridas etiquetas del mundo del golf: el mejor jugador que aún no ha ganado un grande.
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