Deuda

Exprimiendo un tanto el éxito conseguido por este espectáculo no precisamente nuevo -fue estrenado en 1999 en Buenos Aires-, el quinteto Les Luthiers se ha dado otra pasada por la geografía española para volver a presentar Todo por que rías ante aquellos rezagados de sus seguidores españoles que se lo perdieron en su anterior visita a Madrid, hace un año. La verdad es que este dato, junto al hecho de que en el vestíbulo del hotel se vendieran todos sus espectáculos grabados en formato DVD, hacía levantar un ligero tufillo a despedida, que es de esperar no sea tal. Porque sería difícil plantearse la vida sin acudir de tanto en tanto a la ventana surrealista a través de la cual Mundstock, Rabinovich, L. Puccio. Núñez Cortés y Maronna redefinen con su canto un mundo imposible de ser tomado absolutamente en serio sin incurrir en la locura o la desesperación.

Así que, de nuevo apoltronados en un recinto francamente cómodo, hubo ocasión de comprobar la belleza y retranca de la voz de Marcos Mundstock, el talento como clown musical de Daniel Rabinovich y lo bien que tocan con humor el pianista Carlos Núñez Cortés, el violinista Carlos López Puccio y el guitarrista Jorge Maronna. El repertorio fue idéntico al de su anterior visita, así que poco hay que añadir a la ejecución y efectos en el público de la Serenata tímida, la ópera sacra Daniel y el Señor, el tango Gloria de Mastropiero, o la obra sanitaria Loas al cuarto de baño. Tampoco a la parodia radiofónica que despachan a cuatro manos y dos voces Mundstock y Rabinovich. Como en los toros, de nuevo dos orejas y rabo.

Pero -y hay un pero que surge del fanatismo por el grupo y que es más que probable que sea compartido por muchos lectores-, puestos a repetir, desde aquí se ruega a estos monstruos del humor que den a los españoles -a sus seguidores más veteranos y a los más nuevos- la oportunidad de escuchar en directo piezas míticas como La Bossa Nostra, Oi Gadoña ya, El Teorema de Tales, la Serenata Mariachi o la mismísima y primigenia Cantata laxatón, cuyos textos proceden del prospecto de un conocido laxante argentino, entre muchas otras piezas maravillosas que han ido enganchando a los vagones de espectadores al descacharrante tren de Les Luthiers. Nos lo -se lo- deben.