Rivaldo y la peña suramericana
El delantero brasileño lidera al grupo de latinos que se ha convertido en el alma del Olympiakos
De un tiempo a esta parte, la peña de los suramericanos se ha convertido en el alma del Olympiakos. Le da vida y lo agita, pone la samba y el gol, lo conduce con marcha firme en la Liga griega, lo lleva en volandas en la de las estrellas. La peña de los suramericanos es un grupo realmente especial. Aquí no se reúnen aficionados que adoran los colores rojiblancos del equipo del Pireo o se enzarzan en batallas campales cada vez que los suyos se enfrentan al eterno rival, el Panathinaikos. Aquí los componentes visten pantalón corto y zamarra, llevan dorsal a la espalda y responden a nombres que en el nuevo Karaiskaki suenan con música de tango y samba, con ritmo celestial: Castillo, Schürrer, Giovanni y, al frente de todos, o rei Rivaldo, el nuevo tótem del Olympiakos.
Todos juntos componen el núcleo latinoamericano del conjunto griego y han creado una suerte de subgrupo con señas propias de identidad. Con Rivaldo a la cabeza, son los que entienden el fútbol como espectáculo, los que se divierten mareando la bola y, de paso, al contrario, los que se saben superiores al resto y lo quieren demostrar. Son como una especie de clan que se ha instalado en el elitista barrio de Glyfada, en el litoral ateniense, y ha creado su propia comunidad. En su mansión palacio, junto a su segunda esposa y a Rivaldinho, el ex deportivista y ex barcelonista los recibe con asiduidad.
La afición los adora. Al técnico, el tosco Dusan Bajevic, le causan no pocos dolores de cabeza. Contento en un principio con el fichaje de Rivaldo, el príncipe del Neretva, como le conocían en sus tiempos de jugador, cuando Yugoslavia aún era una, empieza a desesperarse con las filigranas del astro brasileño y de su clan. Bajevic es de la vieja escuela serbia y no está para bicicletas ni croquetas. Quiere goles, efectividad. Así que ya se las ha tenido con el zurdo brasileño. Hace 20 días, tras el enfrentamiento con el AEK (0-0), ambos pusieron las espadas en alto: el técnico le acusó de fallar dos goles claros y Rivaldo le respondió cuestionando su sistema. "Si no cambiamos nuestro estilo de juego fuera de casa, no acabaremos ni quintos", advirtió el brasileño. La crisis requirió de un encuentro que apaciguó los ánimos hasta... la próxima derrota.
Mientras tanto, Rivaldo ejerce de lo que es: el rey, que no una estrella caprichosa. Ejemplo de profesionalidad, es el primero en llegar y el último en marcharse de los entrenamientos. Su puntualidad es escrupulosa y, sobre el césped, ya ha empezado a dejar muestras de la calidad que un día atesoraron sus piernas: tres goles en la Liga griega, al margen de todo su repertorio mágico.
Bota de Oro en 1999, Rivaldo se sigue sintiendo el mejor y quiere regresar a la canarinha. Carlos Alberto Parreira, el seleccionador, le da largas de momento. En los campos griegos se ha visto a un Rivaldo que, a sus 32 años, ya no está para jugar tres encuentros por semana. Cumplida la hora, sus carreras por la banda ya no son lo que eran, ya no desborda como en sus tiempos azulgrana. Sin embargo, insiste: "Confío en mi fútbol y sé que Parreira también. Estoy seguro de que algún día volveré".
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