El enemigo de Cúper
Eduardo Basigalup, entrenador de porteros del Zaragoza, que hoy se mide al Mallorca, no se habla con el técnico de los baleares desde hace cuatro años
Las diferencias personales con Héctor Cúper fueron insalvables y, desde 2000, desde que acabaran la primera temporada al frente del Valencia, no se dirigen palabra. Se conocieron muy pronto, pues coincidieron tres temporadas, cuando eran futbolistas, en el Ferrocarril Oeste argentino. Luego, en el Huracán, cuando ya estaban en el ocaso de su carrera, volvieron a encontrarse y se retiraron a la vez para, acto seguido, estudiar y sacarse el título de entrenador. Antes de acabarlo, el propio Huracán les ofreció la dirección del primer equipo. Cúper como técnico y Eduardo Basigalup (1956, Argentina) como segundo. Quedaron subcampeones pero, dado los problemas económicos del club, decidieron aceptar una oferta del Lanús. Pelearon por todos los títulos y el Mallorca, a pesar de que eran unos perfectos desconocidos en Europa, les brindó la oportunidad de entrenar en España. Tras dos temporadas, el Valencia, entusiasmado por los resultados del cuadro bermellón, les llamó. Pero la relación entre Cúper y Basigalup estaba tan deteriorada que, nada más acabar el primer curso en Mestalla, decidieron separarse. Hoy, volverán a pisar el mismo césped, el de la Romareda, aunque, por primera vez, tendrán intereses antagónicos. Cúper es el técnico del Mallorca y Basigalup el entrenador de los porteros del Zaragoza.
Durante su estancia en Son Moix, Basigalup se dedicó a la pintura e hizo varias exposiciones
Pero la relación de Basigalup con la portería empezó de la manera más inverosímil. "¡Este puede jugar de arquero!", espetó un amigo suyo cuando estaban probando, a los 16 años, por el Kimberley -el equipo más importante de su barrio del Mar de la Plata, el de San José-. "Yo iba para extremo izquierdo, pero en el entrenamiento estábamos cerca de cincuenta chavales y un sólo portero. El entrenador pidió otro arquero y... me tocó. Pero se ve que lo hice muy bien porque al acabar me ofrecieron el puesto", cuenta Eduardo con cierta morriña. Al cabo de dos años debutó en el primer equipo. Pero el Kimberley jugaba en una liga semiprofesional, por lo que no se lo pensó dos veces cuando Carlos Timoteo Griguol, el ex entrenador, entre otros, del Betis, le llamó para jugar en Ferro. En 1982 cumplió su sueño de estrenarse en la máxima categoría argentina y, casualmente, Ferro ganó el campeonato por primera vez en los 78 años de historia que llevaba. Dos temporadas más tarde, decidió probar fortuna en Colombia. En el Misionarios, primero, y el Deportivo de Cali, después. Pero su segundo equipo cafetero fue su perdición, pues no le pagaron y desembocó en un reclamo a la FIFA y -dado que en Colombia no permiten jugar a los futbolistas con juicios-, estuvo dos años inactivo. Se volvió a Argentina y trabajó en una empresa inmobiliaria. Pero Cúper consiguió que Huracán le hiciese una oferta. Al acabar la campaña, se retiró.
Durante su estancia en Mallorca, ya como segundo de a bordo y como entrenador de porteros, se dedicó a su afición: la pintura. Ingresó en el taller artístico del uruguayo Alceu Ribeiro y, después de romper su amistad con Cúper por motivos personales desconocidos, hizo varias exposiciones. Hasta que el Levante, en 2002, le brindó la oportunidad de regresar a entrenar a sus guardametas. Este verano, Víctor Muñoz, aconsejado por Raúl Longhi -segundo entrenador del Zaragoza-, que era vecino suyo en el barrio de San José y que también jugó en el Kimberley, le llamó.
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