_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

25-N

Hace unos meses otorgábamos honores de portada a una medida cautelar a la que se calificaba de "insólita": en Alicante, cierto juez había restringido a un indigente el acceso a los cajeros automáticos de una zona porque éstos son los recintos que su ex compañera utiliza para pernoctar. Ella le había denunciado en dos ocasiones por agresiones sexuales, según su declaración, perpetradas en el mismo "lecho" portátil de cartones que la entonces pareja armaba cada noche en tan prácticos cobijos, gentileza de la gran banca. Todavía unos días más tarde se volvió a llevar al individuo ante el tribunal por transgredir la orden de alejamiento. Y tuvimos fotos de la víctima sentada en la antesala, sin camuflarle el gesto hosco y temeroso. Ignoro cuál es la situación actual de estas personas, pero cabe interpretar aquella noticia como la constatación oficial de una doble injusticia (o triple, o cuádruple, quién sabe, porque estas situaciones sí que son como las cerezas, que tiras de una y salen en ristra): las violaciones, y la resolución judicial reconociendo que la mujer (el hombre quizá también) sigue teniendo como domicilio oficial la puta calle, a donde les deben hacer llegar las comunicaciones y diligencias, citaciones y sentencias que del sumario se deriven.

Aunque por fortuna la preocupación por los malos tratos ya ha saltado la barrera de la fecha señalada, el próximo día 25 volveremos a hablar más aún de violencia machista. Estadísticas, interpretaciones y reivindicaciones frente a los subconscientes misóginos, los tópicos instalados, la pereza masculina por apearse del trono doméstico, los chistecitos, la resignación "cristiana", algunos anuncios...

La mano suelta de un energúmeno no es sólo una mano a sujetar en "chirona". Perdón por el símil belicista, pero ésta es una batalla que hay que ganar en múltiples frentes, desde que posibles futuros verdugos y posibles futuras víctimas están en la cuna. La munición: voluntad y presupuestos para policía y juzgados. Pero también para dar trabajo y techo a quien no tiene. Para enseñar a quien no sabe. O sea, medios, dineros.

Lástima que estemos tan necesitados de campos de golf.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_