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Reportaje:

Secretos de un arte apasionado

Con el comisariado de Marga Paz y el montaje de Patricia Reznac, he aquí una doble selección de los fondos artísticos del editor alemán Benedikt Taschen, que revolucionó la edición de los inasequibles libros de arte al ponerlos al alcance del bolsillo de prácticamente todo el mundo, además de entremezclar sin rebozo Leonardo y Van Gogh con la fotografía, el diseño, el cómic erótico y cuanto tuviera que ver con la cultura de masas. No es, en principio, extraño que un personaje empresarialmente tan peculiar y cuya fortuna, de una u otra manera, se debe a la explotación comercial del arte, se haya convertido en un coleccionista importante, aportando en este segmento la impronta de su muy original carácter. Insisto en estos aspectos, porque, aunque hoy es cada vez menos raro que un millonario invierta en arte y, a tenor de lo que ocurre en este campo, centre su inversión en la actualidad, no lo es tanto que imponga un sello personal en este menester, sin temor además a equivocarse o, incluso, haciendo vanagloria de ello. En este sentido, quien siga la línea editorial de las publicaciones de Taschen, reconocerá en ella los gustos personales que presiden su colección artística, una prueba más de que cree en lo que hace, es apasionado y no se avergüenza de lo que le atrae, cualidades todas ellas necesarias para que lo atesorado finalmente no sea una vulgar cartera de valores bursátiles.

Iniciada su colección a co-

mienzos de la década de 1980, justo cuando empezó a irle bien su desafío empresarial, a pesar de que todavía es un hombre joven, Taschen tiene ya a su espalda un cuarto de siglo de compras artísticas, lo que explica que haya podido llenar, no sólo una de las salas más amplias del MNCARS, sino el Palacio de Velázquez, dedicado monográficamente en exclusiva a la obra de Martin Kippenberger (1953-1997), el vertiginoso artista alemán, cuya compulsiva intensidad vital consumió su existencia antes de los 45 años. En todo caso, una colección repleta de pasiones personales, desenvolviéndose en el cada vez más confuso panorama artístico actual, no es fácil de seleccionar y presentar en público y, aún menos, en las salas de un gran museo de arte contemporáneo. En este sentido, la labor del comisario es crucial, porque debe navegar manteniendo el equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo, como lo ha hecho, a mi juicio, con acierto, tanto quien se ha ocupado de esta difícil cuestión, Marga Paz, como quien ha asumido la no menos complicada de su instalación, Patricia Reznac. No lo recalcaría si no fuera porque hay una distancia considerable entre lo bien que funciona la selección de obras y el montaje en la sala del MNCARS, y, paradójicamente, la monográfica de Kippenberger en el Retiro, a pesar de ser ésta únicamente de cuadros de un solo artista, pero que resulta desigual y, a veces, un tanto caótica.

Taschen es, por lo demás, un coleccionista de pocos artistas representados a fondo. Lo vemos en su apasionada predilección por los estadounidenses Mike Kelley, Jeff Koons y Cindy Sherman, cuyas incursiones en lo erótico-kitsch-abyecto cuadran a la perfección con la erotomanía perversa de sus compatriotas Eric Stanton o Elmer Batters, así con las fotografías del más refinado, pero no menos perverso, Helmut Newton, oriundo de Berlín, pero fallecido recientemente en Los Ángeles a los 84 años. Con estos nombres, podría dar la impresión de que nos hallamos con una obsesiva y coherente línea dominante, pero Taschen cultiva otras en paralelo, aunque no tan, en el fondo, alejadas de lo anterior, porque se siente atraído también por la iconografía urbana y ciertas evocaciones románticas de la naturaleza, como se pone en evidencia respectivamente con las obras de Julius Shulman, Darren Almond y Thomas Struth. Por último, hay también una línea de pintura alemana, como no podía ser menos al coincidir su biografía con la explosión germánica de la década de 1980, pero hay que reseñar, a juzgar por lo que vemos en la muestra del MNCARS, que se supo mover con acierto en este terreno y así nos hallamos con cuadros notables de Förg, Oehlen, Tillmans y el americano Christopher Wool, éste particularmente impactante. En definitiva: que nos encontramos con una figura de coleccionista nada vulgar y con un selecto y muy personal panorama del arte actual.

Una de las cien obras de Martin Kippenberguer expuestas en Madrid.
Una de las cien obras de Martin Kippenberguer expuestas en Madrid.

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