La Segunda también es azulgrana

¿Puede un equipo subir a Primera con un presupuesto de dos millones y medio de euros, con unos 3.000 abonados y una asistencia media de unas 2.000 personas? El Eibar sí cree en los milagros. Con el título de decano de la división de plata (17 temporadas seguidas en Segunda de un total de 22 en su historia), el equipo azulgrana es el líder, cuenta con el máximo goleador, Llorente y se ha convertido en una buena escuela de futbolistas.

Durante los últimos años, el Eibar fue el vivo ejemplo del fútbol histórico, prehistórico incluso, en el que se hacía de la necesidad virtud y se jugaba más con el corazón que con la cabeza. Amparado en un terreno de juego exigente y una entrega absoluta de sus futbolistas (muchos de ellos semiprofesionales), sobrevivió en las zonas templadas de la clasificación con plantillas básicamente formadas por jugadores guipuzcoanos.

La reconversión del fútbol en sociedades anónimas estuvo a punto de condenarle. El Athletic acudió en su auxilio cubriendo la parte de capital restante y se convirtió en equipo convenido de los rojiblancos. Por Ipurua pasaron buena parte de los chicos de Lezama, los que el Athletic creía que necesitaban una exigencia máxima. Con el tiempo, el Eibar volvió a la matriz de la Real, que también creyó en el Eibar como forjador de futbolistas. Por allí pasaron Xabi Alonso, Gabilondo o Riesgo, confiados de que la mano dura del entonces técnico Blas Ziarreta les curtiría. Con ellos llegó Llorente, un extremo alto y veloz, con aspecto de ariete, que se recuperaba de una lesión de rodilla. Ya había debutado en Primera en 1999 y después jugó medio curso en el Eibar, hasta que fue reclamado por su equipo junto a Xabi Alonso. Xabi triunfó pero Llorente volvió al Eibar. La pasada temporada la Real decidió no renovarle y el Eibar le contrató por dos temporadas. Ahora es el pichichi, con ocho goles y la rumorología ya le busca equipo de Primera. Llorente encarna el espíritu del nuevo Eibar, que la temporada pasada, con Amorrortu, dio el salto de calidad. Con el vizcaíno dejó de ser el equipo peleón, agarrado a su estadio y habitual rey del empate, para convertirse en un conjunto temible a domicilio por su facilidad para el contragolpe.

Ahora con Mendilibar (que la pasada campaña entrenó al Lanzarote, de Segunda B) se mantiene la misma escuela, aunque sin perder las señas de identidad: ha ganado sus seis partidos de casa y sólo ha perdido dos fuera, convirtiéndose en un equipo pendular: ha marcado diez goles en los primeros siete minutos de partido y ha encajado diez goles en los arranques de los segundos tiempos. Además ahora tiene un ídolo. Por su carisma, durante años lo fue el portero Garmendia (carnicero de día, jugador de tarde) que incluso marcó un gol de saque de puerta. Ahora Llorente, un futbolista que admira a Zidane, encandila a los aficionados de la inglesa y la bombonera, las dos tribunas de Ipurua, que al menos hasta mañana viven el liderato de su equipo, algo que sólo había ocurrido dos veces: en 1989 y 1997.