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Reportaje:CLÁSICA EL PAÍS

Poemas sinfónicos de Richard Strauss

EL PAÍS ofrece mañana, por 2,95 euros, tres grabaciones históricas de Clemens Krauss con la Filarmónica de Viena

En la trayectoria musical de Richard Strauss (1864-1949), los poemas sinfónicos se sitúan, de alguna manera, como la antesala de las óperas. Son, además, la tarjeta de presentación en sociedad del compositor. En ellos se evidencia la inquietud de hacer un tipo de música figurativa, es decir, ligada a una historia, anécdota o similar, pero sin necesidad de ceñirse al pie de la letra a todas las exigencias argumentales. La narración se hace con medios exclusivamente orquestales, sin el apoyo de la voz. La voluptuosidad en el tratamiento instrumental indica por dónde se van perfilando las señas de identidad del compositor. Es una forma de hacer música más ligada en apariencia a la prosa que a la poesía. Su capacidad de persuasión conduce, sin embargo, a que inevitablemente salten los mecanismos previsibles, sobresaliendo en cierto modo lo dionisiaco frente a lo apolíneo. La fascinación lo envuelve todo. Don Juan, la primera obra maestra de Richard Strauss, fue compuesta en 1888; Till Eulenspiegel es de 1895, y Así habló Zaratustra, de 1896. Son los tres poemas sinfónicos elegidos para el libro-disco que se distribuye mañana con EL PAÍS, en grabaciones de 1950 remasterizadas digitalmente en 2000, con el prestigio del sello Testament. Dirige a la mítica Filarmónica de Viena uno de los grandes straussianos de todos los tiempos, Clemens Krauss (1893-1954), amigo personal del compositor, para el que escribió el libreto de Capriccio (1941), en la recta final de la producción operística straussiana.

"Los poemas sinfónicos se sitúan como la antesala de las óperas"

La apoteosis de la ópera straussiana llegaría con títulos como Salomé, Electra, El caballero de la rosa o Ariadna en Naxos, en el intervalo comprendido entre 1905 y 1916. Los poemas sinfónicos anteriores tenían algo de música novelada, aunque sin palabras, con la insinuación de un tema como excusa y en ocasiones hasta con un programa a modo de guía. Para el mito de Don Juan parte Strauss de un texto poético de Nikolaus Lenau. El estreno en Weimar el 11 de noviembre de 1889, bajo la dirección de Strauss, fue un acontecimiento y el compositor tuvo que salir a saludar hasta cinco veces al final del concierto. Una estrella de la música nacía a una edad muy temprana. La obra era una lección de orquestación. Tenía originalidad, brillantez. Lugares tan emblemáticos como Francfort, Dresde y Berlín empezaron a reclamar nuevas audiciones. Clemens Krauss no la dirigiría por primera vez hasta 1924 en Graz, pero mucho antes, en los últimos años del XIX, cuando el propio Strauss visitaba con sus poemas sinfónicos diferentes países, obtuvo una de las acogidas más cálidas con Don Juan precisamente en Barcelona. "Esta clase de aplauso es nueva para mí. La gente de aquí debe de estar habituada a ello por su afición a las corridas de toros", escribió a su padre. Y repitió el poema sinfónico en su totalidad, algo que no había hecho ni tan siquiera el día del estreno.

Till Eulenspiegel es una joya dentro de la colección de poemas sinfónicos de Richard Strauss. El personaje que da título a la obra se inspira en los cuentos populares tradicionales. Es un tipo de campesino ingenioso que a base de picardía e imaginación se rebela contra la burguesía y, en ocasiones, incluso contra el poder político. Strauss se centra en resaltar su condición de pícaro, de rufián simpático, atribuyéndole mil travesuras. El humor está en primer plano. La pieza deslumbró al mismísimo Debussy, y no era para menos, pues se trata de una composición brillante, rebosante de hallazgos instrumentales y con un tipo de melodía encantadora. Se estrenó en Colonia en noviembre de 1895 bajo la batuta de Franz Wüllner. Krauss la incorporó a su repertorio en 1922. La intención del compositor era clara con este delicioso juguete musical: "Divertirse bien por una vez en una sala de conciertos".

De signo bien distinto es Así habló Zaratustra, una obra que, según Strauss, debería considerarse fundamentalmente como un "homenaje al genio de Nietzsche". El compositor cogió la batuta para su estreno en Francfort en noviembre de 1896. La partitura se difundió rápidamente tanto en Alemania como fuera de ella, despertando a partes iguales asombro y cierto desconcierto, lo que impulsó a declarar a Strauss que "no he querido escribir música filosófica ni traducir musicalmente la gran obra de Nietzsche. Sólo me he propuesto hacer un cuadro del desarrollo de la raza humana desde sus orígenes hasta llegar a la concepción nietzscheana del superhombre". El cine la ha incorporado con frecuencia a sus bandas sonoras. Krauss la ejecutó por primera vez en 1922 en Graz.

Los poemas sinfónicos son el centro de la primera gran época compositiva de Richard Strauss, un compositor definido por uno de sus biógrafos, George R. Marek, como un "antihéroe", a pesar del esplendor que emanan muchas de sus obras. El crítico y compositor norteamericano Deems Taylor ha contado una anécdota muy reveladora durante una entrevista con Strauss, justo en el momento de pasar desde el jardín al interior de la casa: "Strauss se limpió cuidadosamente los zapatos sobre un felpudo húmedo. Avanzó y luego volvió a limpiárselos sobre un felpudo seco. Después de atravesar el umbral los limpió por tercera vez sobre un felpudo de goma. Me sentí abrumado. Puede que Strauss sea un buen director de orquesta y un gran compositor, y siempre habré de respetarlo, pero jamás podría volver a temerle. Pues en ese momento se me reveló la verdad. No era un titán ni un semidiós; era tan sólo un hombre casado".

El director de orquesta austriaco Clemens Krauss nos saca de dudas con estos registros. Con su transparencia meridiana y su portentosa brillantez, deja bien claro que Richard Strauss conciliaba su condición de hombre de una sola mujer con la de semidiós creador. Y eso sin estar loco.

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