Un Shevchenko en miniatura

Con poco más de 170 centímetros y 65 kilos, Maris Verpakovskis es el primer futbolista letón con eco internacional. En un país volcado históricamente con el hockey sobre hielo, sus 2,5 millones de habitantes han entronizado a un héroe inesperado. Además de ser un jugador de movimientos supersónicos, Verpakovskis exprime con agudeza su velocidad y busca constantemente los espacios libres. Así clasificó a Letonia para su primera cita rutilante -la reciente Eurocopa de Portugal- y en enero de 2003 firmó un contrato por cinco años con el Dinamo de Kiev, tan ansioso por clonar a Shevchenko, aunque fuera en miniatura, que llegó a ofrecer al padre del letón -ex jugador y entrenador- un puesto en su academia futbolística.

Desde que debutara con 18 años con el Melalurg de Liepajas, ciudad en la que nació en 1979, la carrera de Verpakovskis ha ido a mil por hora. En 2001 le fichó el Skonto, el primer equipo de Letonia, y dos cursos después el Dinamo. Hijo de rusa y letón, amante de la pesca y estudiante de Económicas, el pequeño Maris -Marusya, como le apodan sus compañeros- sueña ahora con grapar con letras de oro su nombre en la Liga de Campeones y luego dar el salto a Inglaterra, donde podría hacer añicos la cadera de más de uno de esos centrales sin techo que aún afilia el fútbol británico. De momento, en el Dinamo se ha convertido en uno de los jugadores indiscutibles y ha sumado cuatro goles esta temporada, tres en 15 encuentros de Liga y uno en la previa de la Liga de Campeones, ante el Trabzonspor. No se trata de un gran goleador sino de un segundo delantero que con su movilidad constante abre la lata para sus compañeros. Eso sí, cuando su equipo tiene el marcador a favor, baja la persiana y da un paso atrás, Verpakovskis se convierte en un puñal para el contrario. No tiene la potencia y el remate de Shevchenko, su predecesor en el Dinamo, pero sí la inteligencia de aquél para adivinar los espacios y un punto más de velocidad.