Con luz propia

No es Bebel Gilberto una artista cuyas prestaciones en directo superen lo que ha registrado previamente en disco. Y tiene toda la razón cuando rechaza la socorrida etiqueta de bossa nova electrónica para definir su música. Al margen de cuestiones edípicas -su padre, João Gilberto, se inventó la bossa nova y vive con la aureola de los genios-, Bebel tiene razón: ella no hace bossa. Aunque si hay que tirar de bossa, se tira, que para eso grabó ya un clásico como So nice (Summer samba) -Samba de verão, como la titularon en Río de Janeiro los rubios hermanos Valle-.

Bebel Gilberto canta música popular brasileña, esa que nace de la samba y se impregna naturalmente de sonidos foráneos hasta convertirse en algo único. Música con vocación universal que gusta en Tokio, San Francisco y París. De ese filón de melodías, armonías y ritmos refinados se nutre. No revoluciona nada, pero sabe preparar un cóctel de lo más agradable. Por ejemplo, lleva la Bananeira, de João Donato y Gilberto Gil, al funky, y con una batucada jungle se introduce Tanto tempo, la canción que dio título a su primer compacto, el tercer disco brasileño más vendido de toda la historia en Estados Unidos.

Del nuevo repertorio destacan una delicada miniatura del nieto de Jobim -Every day you´ve been away-, la psicodélica Baby, de los tiempos tropicalistas de Caetano Veloso, o Aganjú, de Carlinhos Brown, casado con la prima de Bebel, Helena, una de las hijas de Chico Buarque, el ilustre hermano de mamá Miúcha, también cantante. La familia.

A Bebel, que con doce años ponía su voz a jingles y hacía coros en discos, le pareció necesario cortar el cordón umbilical y se fue a Nueva York. Sus primeras colaboraciones -Thievery Corporation, Towa Tei...- ya daban pistas. Su música lo mismo gusta a un premiado corresponsal de guerra que a un presentador de la llamada telebasura.

Estaba anunciado el grupo Wagon Cookin' como telonero, pero tan sólo fue una sesión de dj's a cargo de los hermanos Garayalde, Xavier y Luis.