La lúcida poética teatral de La Zaranda despide su carrusel vital en La Abadía
El grupo gaditano ofrece las cuatro últimas funciones de 'Ni sombra de lo que fuimos'
Ni sombra de lo que fuimos es el último espectáculo del grupo La Zaranda hasta que el próximo 27 de noviembre estrene Homenaje a los malditos en el Festival Don Quixote, de París. Dentro de unos días este montaje pasará a formar parte de la historia de La Zaranda, a la que también llaman Teatro Inestable de Andalucía la Baja, un grupo que mantienen hace 26 años una especie de poetas tridimensionales. Y al frente de ellos, Paco de la Zaranda (nombre artístico de Francisco Sánchez).
Y es que, el Festival de Otoño ha programado en el Teatro de la Abadía, desde hoy y hasta el día 31, las cuatro últimas representaciones de este espectáculo que, como otros de esta compañía, recoge las máximas de su quehacer artístico que no es otro que mantener una trayectoria que tiene como constantes teatrales el compromiso existencial y la fidelidad a las raíces tradicionales; como recursos dramáticos el uso simbólico de los objetos, el expresionismo visual, la depuración de textos y la creación de personajes límites y como método de trabajo, un riguroso proceso de creación colectiva.
Paco de la Zaranda está convencido que en los 26 años que los miembros de la compañía llevan juntos creando espectáculos han cambiado "tanto, tanto que somos exactamente los mismos", dice. Paco es uno de los personajes más íntegros e interesantes que ha dado el teatro español contemporáneo, en opinión de muchos de sus colegas, aunque se esfuerza denostadamente en permanecer en la marginalidad, seguramente para no perder la lucidez y la distancia.
Paco de la Zaranda tiene como una de sus máximas la frase de Tolstoi que dice: "Enséñame un ladrillo de tu aldea y me enseñarás el mundo". Recurre a ella cuando le preguntan si ellos abanderan un cierto andalucismo: "Somos de allí, eso es todo, y nuestro teatro estaba muy enraizado, pero al final, después de haber viajado por todo el mundo, hemos visto que la muerte y el amor son iguales en todas partes y ha llegado el momento de ser una sola voz". Una voz que Paco de la Zaranda no entiende que le salga si no es a través del teatro, aunque los que le conocen saben que es un profundo consumidor de literatura, especialmente poesía, de pintura, música y nada de cine "es un medio en el que no me puedo concentrar", dice con ese susurro marcado por el acento andaluz que siempre le acompaña y que convierte en algo tierno y familiar todo lo que dice. "El teatro sucede, sólo está en ese instante, y no se puede explicar, porque si se explica pierde todo su misterio", dice este director que le gusta especialmente cuando los espectadores que acuden a verlos "no son de teatro".
Ayer no entraba a explicar algo sobre su espectáculo. "No soy muy dado a contar cosas, y además estoy un poco así, como agotado, por el cansancio que da el haber empezado a celebrar antes de tiempo que estemos aquí, en el Festival de Otoño", dice este hombre al que se acostumbra a ver, junto con otros miembros de su compañía, rondando la noche madrileña por los garitos más insospechados.
Están alegres por esta estancia en Madrid. Una alegría salpicada por el dolor que produce, según ellos, que va dejar de dar vueltas ese viejo carrusel con el que han viajado estos años, dice en relación a uno de los elementos escenográficos de Ni sombra de lo que fuimos. Y es que al director del montaje le ha pillado de sorpresa terminar un montaje en España: "Se nos va esta sombra que ni fuimos ni somos en un sitio que no me esperaba porque siempre acabamos nuestros trabajos por algún rincón de América".
No es sólo una frase. La historia de este grupo es una de las más curiosas que ha dado el teatro español contemporáneo. En sus 26 años de vida ha logrado un gran prestigio internacional, y apenas son conocidos en España, donde se han convertido en un grupo de culto que sus seguidores persiguen religiosamente y con fervor. La Zaranda ha logrado numerosos premios y fama internacional, y no tanta nacional, permaneciendo durante años en los circuitos de festivales internacionales.
Alejados del amiguismo y los pasillos ministeriales, en la profesión se comenta que han logrado, y lo han pagado, mantenerse puros y cosechar una merecida fama de malditos contemporáneos, provocadoramente valleinclanescos, lúcidos y luminosamente poéticos.
"Ni me considero maldito, ni lo soy", dice Paco, que no sabe a quiénes dedica su próximo espectáculo: "El maldito es el poseedor de una voz que no tuvo oportunidad de decir nada, de los que sí dijeron, pero no fueron escuchados, de los desheredados", dice sobre los protagonistas de su próxima producción en la que quiere, que por encima de todo haya teatro, un arte del que dice: "El teatro es un misterio que cuanto más viejo soy menos entiendo", afirma contundente.
Ni sombra de lo que fuimos. Teatro de la Abadía. Sala San Juan de la Cruz (Fernández de los Ríos, 42). De jueves a domingo, 20.30. Entradas 19 euros.
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