"Ya no hay un Schuster"
La aparatosa cicatriz que atraviesa su pierna derecha, blanca e hinchada, es una parte importante de la historia de Bernd Schuster, de 45 años, que jugó en las alturas (Barcelona, Real Madrid y Atlético) antes de decidirse a entrenar desde abajo (Xerez y Levante) para ganarse como técnico el prestigio que le acompañó como jugador.
Pregunta. ¿Cojea?
Respuesta. Sí. No puedo doblar la pierna y, cuando estoy sentado mucho tiempo, se nota. Además, como ya falta la musculatura y todo se va para atrás... Fue la entrada de Goikoetxea
[el central del Athletic que le lesionó en un partido del curso 1981-82].
P. ¿Condiciona su estilo como futbolista al entrenador?
R. Sí. La visión de juego y el pensar más en atacar que en defender. Eo es lo que quiero. Aunque, con el tiempo, he buscado más el equilibrio.
"Yo era un jugador ofensivo que defendía en zona. Hoy, el bueno en defender no puede hacer lo que yo hacía"
"Necesitaba salir de la monotonía. Me motivaba cuando todos se enfadaban conmigo. Me parecía a McEnroe"
P. ¿Algún técnico especial?
R. El primero, Hennes Weisweiler [en el Colonia, en el que debutó en 1978]. Estuvo en el Barça con Neeskens y Cruyff. Vio mi talento y me puso a jugar con 19 años.
P. ¿Y Menotti?
R. Como trato al jugador y manera de ser, me gustó y me ayudó mucho. Estuve muy cómodo con él en el Barça.
P. ¿Cómo fue aquella época en el Barça?
R. Por un lado, muy bonita. Por otro, mala suerte por la lesión de Maradona, que nos hizo mucho daño porque el juego estaba condicionado por él. De no haberse lesionado, habríamos hecho un equipo grande.
P. Jugar con Maradona...
R. Hasta a mí me daba balones. A mí, que era el encargado de dar los pases. Él tenía esa calidad para verte llegar y darte el balón. Y es triste verlo ahora porque es una grandísima persona.
P. ¿Qué queda de aquel muchacho que maravilló al mundo en la Eurocopa de Italia 1980?
R. Yo era un rubio de 20 años que no tenía miedo a nada. Quería jugar al fútbol y disfrutarlo. Dos meses más tarde ya estaba en el Barça. He cambiado poco de pensamiento. Me gusta disfrutar de cada entrenamiento...
P. Usted fue un magnífico lanzador de faltas. ¿Lo enseña?
R. No se puede. He intentado corregir, pero es un golpeo del balón que lo tienes o no.
P. ¿Se arrepiente de haber dejado la selección alemana tan pronto
[fue 21 veces internacional]?
R. Ahora, sí. No he jugado ningún Mundial con Alemania y, ¡jolín!, la generación mía es la que ganó en Italia 90, con Matthäus, Völler, Litbarsky, Bremer... Lo dejé porque entonces era muy complicado ser un jugador extranjero en España. Por los permisos: sólo dejaban ir a los partidos oficiales.
P. ¿Sueña con que juega?
R. Ya no. Los primeros años de entrenador me costaron porque me entrenaba con todos. Hasta que Leo Benhacker me dijo que debía parar. Estuve una semana en sus entrenamientos del Feyenoord y no me dejó tocar un balón. Me quería morir. Al final, hubo una pachanga, faltaba uno y creía que me dejaría, pero... no, metió a otro: '¡Leo!'. Pero tenía razón.
P. ¿Fue un jugador difícil para los técnicos y los dirigentes?
R. Por mi calidad, por ser Schuster, siempre me sentía muy responsabilizado y pensaba que podía pasar por encima del fútbol. Me metía en fregaos sin necesidad. Aunque, por otro lado, yo necesitaba salir de la monotonía: me motivaba a mí mismo cuando todo el mundo estaba enfadado porque llegaba el domingo, hacía un gran partido y todos estaban felices. Recuerdo un tenista al que me parecía mucho: John McEnroe. Si se aburría, montaba un pollo con el juez de silla, se cabreaba y después metía unas bolas impresionantes.
P. ¿Tiene pesadillas con la final de la Copa de Europa que perdió con el Barça ante el Steaua?
R. Ése fue mi día más negro como futbolista, junto al 5-0 con el Madrid ante el Milan. Me fui antes de acabar el partido por la desilusión de ser sustituido. Yo era el que lanzaba los penaltis y después no metimos ninguno. Terry [Venables, el entrenador] se equivocó y perdió, él y todos nosotros.
P. ¿Cómo trataría a un jugador como usted?
R. Con los entrenadores que se han tomado el esfuerzo de conocerme no he tenido problemas. Sí con los que han envidiado a los jugadores. Éramos los dioses. Si llegas al Madrid, los cracks son los jugadores. Por eso un Menotti, un Beenhacker, un Luis... No querían ser las figuras. Ahora bien, si el técnico te tiene envidia, el trato hacia ti es diferente, a veces despectivo.
P. ¿Hay algún Schuster en el fútbol actual?
R. No. Yo era un jugador ofensivo que defendía en zona, pero hoy un jugador que es bueno en defender no pude hacer lo que yo hacía. Por eso tengo que buscar dos: uno más defensivo y otro más ofensivo. El que me gusta por cómo golpea en largo es Beckham, pero ya hace tiempo que no hay jugadores de mis características.
P. ¿Se abusa del medio centro defensivo?
R. Esto viene por eso, porque se fueron todos estos jugadores y no han llegado sustitutos.
P. No se le cayeron los anillos para entrenar al Xerez.
R. Uno aprende a entrenar entrenando, no en casa. Pasamos dos años difíciles, pero muy bonitos deportivamente. Demostré a la gente que podía ser entrenador.
P. ¿Por qué en las elecciones del Barça fue con Joan Gaspart, heredero de Josep Lluís Núñez, que le dejó un año sin jugar?
R. Pero yo perdoné ese año al Barça porque lo tengo en el corazón. La gente me trató muy bien hasta esa final de Sevilla. Pero siempre se busca un culpable. Me dijeron que no iba a jugar más, pero tenía más años de contrato. Hubo ofertas de otros países que no acepté. Estuve un año entrenándome allí, fuera de la competición, hasta que ese curso el Barça no ganó ningún título y me recuperó.
P. ¿Le recuerda el Barça actual al Milan de Arrigo Sacchi?
R. No, porque el Barça juega mucho más al ataque que el Milan, que era muy defensivo.
P. ¿Y el milagro de Ettien?
R. No es la técnica lo que estamos haciendo con él, sino qué debe hacer en su posición. Lo vi muy limitado porque su jugada preferida era entrar entre cinco defensas. Eso no es fútbol. Un extremo tiene más cosas. Si no puede entrar, debe dar el balón a un compañero. Le hemos dado más amplitud.
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