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Reportaje:

La memoria de los nietos

Un congreso de Alzheimer invita a fomentar la relación de los niños con sus abuelos enfermos

María Fabra

Un gusano humano. Varios niños, con los ojos tapados y cogidos por los hombros, han de seguir las instrucciones de movimiento y dirección que, mediante pequeños pellizcos a un lado o a otro, les impone el último de la fila, que también es el único que no va vendado. Las órdenes no siempre llegan estructuradas a la cabeza del grupo. Unas veces son malinterpretadas, otras son recibidas de manera confusa o irreconocible. Éste es uno de los ejercicios con los que el taller Un día con los abuelos enseña a los niños a entender los problemas de orientación de los enfermos de Alzheimer. El objetivo no es otro que, a través de un medio creativo, los más pequeños conozcan qué es la enfermedad, para que puedan hacerse una idea clara de sus consecuencias y de lo que pueden y deben hacer para facilitar la vida de los que la padecen. Un día con los abuelos sirve para entender situaciones cotidianas y familiarizarse con ellas.

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Promesa incumplida

El aula B2 del Palacio de Congresos de Castellón se quedó ayer pequeña para acoger a los estudiantes, psicólogos, pedagogos, terapeutas y familiares de enfermos, asistentes al primer congreso nacional organizado por la Confederación Española de Familiares de Alzheimer y otras Demencias, que querían participar en el taller que imparte la Fundación La Caixa. Muchos se quedaron fuera, lo que revela el interés por indagar en la relación de los menores con los enfermos que, en muchos casos, son sus propios abuelos.

En España hay alrededor de 600.000 personas con Alzheimer diagnosticado y, según datos del Ministerio de Sanidad, son cerca de un millón los ciudadanos que padecen la enfermedad de forma directa o indirecta. El congreso no sólo prevé analizar los adelantos sobre esta patología, sino que pretende incidir en la situación de los cuidadores y, más directamente, de las familias, ya que en el 70% de los casos los enfermos viven en el domicilio familiar. El perfil de la persona encargada de velar por ellos es el de una mujer de 50 a 60 años que dedica casi todo el día a esta tarea con una mínima ayuda externa.

Lidia Albert, coordinadora de los talleres de la Fundación La Caixa, afirma que las bondades de la relación de los enfermos con niños son claras. "Los mayores se sienten mejor con ellos porque se entienden y, una vez asimilada la enfermedad, los niños la viven con normalidad. En lugar de ver enfermos, comprueban que siguen tratando con sus abuelos", asegura. De su experiencia ha concluido que en muchos casos son los padres quienes alejan a los nietos de sus abuelos con Alzheimer mediante excusas como "que no se asusten", cuando, en realidad, los están utilizando como su propia barrera. "Para que el niño pueda entender y asimilar la enfermedad, primero han de hacerlo los padres", argumenta. En el taller explican a niños de 6 a 12 años que sus abuelos no han perdido los sentidos, sino que la información que reciben a través de ellos no siempre llega al cerebro de forma adecuada, por lo que las explicaciones han de ser concisas, claras y breves. De esta manera, además, colaboran en el desarrollo curricular de los niños de Primaria con verdaderos ejercicios de expresión oral.

Tal vez una pequeña esperanza se halle en los más jóvenes, que tratan de inyectar a las atrofiadas neuronas de la vejez algo de su avidez y necesidad por aprender. Preguntando sin descanso, dando alas a la memoria y a la imaginación y poniéndolas en contacto con los sentimientos de afecto, sólo ellos pueden conectar con ese punto donde los ancianos vuelven a ser niños.

Lidia Albert, con los personajes del taller <i>Un día con los abuelos</i>, ayer en Castellón.
Lidia Albert, con los personajes del taller Un día con los abuelos, ayer en Castellón.ÀNGEL SÁNCHEZ

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