Trenes, caballos, burros y pollos
Me establecí en Barcelona en 1978. En ese mismo año se abrió al público el parque de la Oreneta, situado en las primeras estribaciones de la sierra de Collserola, detrás del monasterio de Pedralbes. Tardé 26 años en descubrirlo, lo cual tiene dos lecturas. Teniendo en cuenta lo que me gustan los parques barceloneses, he mostrado una falta de agilidad que deberé corregir en el futuro. El lado positivo es la sensación de que la ciudad me va a seguir sorprendiendo siempre.
Me monto en mi scooter y tardo unos cinco minutos en llegar. Son 17 hectáreas de bosque mediterráneo. Hay eucaliptos, olivos, pinos, algarrobos, mimosas, cipreses, chumberas suculentas y un montón de arbustos cuyo nombre me encantaría conocer.
En las 17 hectáreas de bosque mediterráneo del parque se pueden encontrar eucaliptos, olivos, pinos, algarrobos y mimosas
Para un adulto dado a la contemplación y amante de los rincones solitarios en el bosque, es una maravilla, sobre todo si dicho adulto puede permitirse ir entre semana.
Para un niño, sea de carne y hueso o el que llevamos dentro, el parque cuenta con un par de atracciones aún mayores: alquiler de ponis y trenes en miniatura.
El Centro de Estudios de Modelismo de Vapor es una asociación cultural sin fines de lucro. Ellos eligen, construyen, mantienen y conducen los modelos a escala que circulan por el parque los domingos y festivos. Se visten con uniformes ferroviarios, tocan la campana anunciando la salida del convoy, hacen sonar el silbato del tren y se lo pasan en grande.
Algunos de los miembros son adolescentes, convenientemente entrenados para conducir los modelos a escala. Los pasajeros -niños pequeños con sus padres- ríen abiertamente mientras dura el trayecto. Los jóvenes maquinistas, sin embargo, permanecen serios: no me cabe la menor duda de que disfrutan más que nadie.
La nota inquietante la ponen cuatro docenas de puñaladas asestadas en las puertas de la miniestación. Me gustaría tener un par de palabritas con el tarado que se entretuvo vandalizando las instalaciones de este cúmulo de buen rollo.
No lejos de allí se encuentran los establos y el picadero del Poni Club Barcelona. Hay caballos muy pequeñitos y también un poco más grandes, aptos para iniciarse en los placeres de la hípica en serio. El alma del club es Juan Carlos Docal, entrenador de larga trayectoria, con más de un saltador premiado en su haber. Además del típico y entrañable paseíllo en poni, con las riendas llevadas por algún adulto, se ofrecen varias modalidades de clases de equitación.
En el establo, dos presencias estelares. Por un lado tenemos a la burrita Victorina, traída de Holanda, super diminuta y más cuchi-cuchi que el mismísimo Platero. Es de color gris claro y dan ganas de abrazarla, regalarle zanahorias, llevarla a casa y ponerla en la mesa de luz. No se me ocurre que pueda existir una mascota más adorable.
La otra estrella es Bruno, un burro apenas un pelín más grande. Está atado y bien atado. Pregunto por qué. No hace mucho dejó preñada a una yegua bastante más alta que él. ¿Cómo lo logró? Cuando llama el deseo... los amantes despliegan el ingenio que tienen y más. Si fue ella la que se agachó, aquella postura debería figurar en un hipotético Kamasutra del reino animal. Fuere como fuere, el fruto de ese amor en teoría imposible es un mulito liliputiense color caramelo que corretea junto a su bien dispuesta progenitora: para comérselo.
De pronto vuelvo a tomar conciencia de que la sabrosa mezcla de aromas que produce un establo entre los pinos está a sólo cinco minutos de casa. Acaricio la idea como si fuera un amuleto y sigo paseando.
Un poco más allá, en un promontorio que forma varias terrazas desde las que la ciudad se despliega con esplendor panorámico, hay un asador de pollos que también despide olores muy excitantes.
¿Por qué tardé tanto en descubrir todo esto? Trenes, caballos, burros, pollos... Como ejemplo de lo que me estaba perdiendo, el establecimiento dispone de tumbonas que pone a disposición de la distinguida clientela. Con el recalentamiento planetario, cada vez contaremos con más días para yacer blandamente, los ojos entrecerrados y la panza atiborrada de pollo y patatas.
Volviendo a la clientela, ¿es realmente distinguida? Estamos en pleno barrio de Pedralbes, pero un atento estudio sociológico me lleva a la conclusión de que al parque de la Oreneta acuden representantes de todas las clases sociales. El veloz pero efectivo trabajo de campo se basa en tres objetos de estudio: los tejanos, las gafas de sol y el modo de hablar. Si en los dos primeros indicadores el científico podría llamarse a engaño, el tercero es prácticamente infalible. Es bastante probable que los habitantes de Pedralbes estén ahora mismo comiendo perdices en sus masías del Empordà. Aquí está el pueblo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.