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Tribuna:ANIVERSARIO DE UN CRIMEN
Tribuna
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Olvidos

Cada año por estas mismas fechas, al acercarse el mes de noviembre, se cumple el aniversario del asesinato de Ignacio Ellacuría, sus cinco compañeros jesuitas y las dos mujeres del servicio doméstico de la Universidad Centro Americana (UCA) de San Salvador. Hace unos meses Jon Sobrino, procedente también de la UCA, habló en Valencia, en el Centro Arrupe, sobre los efectos de la dominación que sufren los pueblos más pobres de la tierra con el silencio de los países desarrollados.

Así en el pasado año se cumplieron diez, del informe público de la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas que señaló a los responsables de las atrocidades cometidas en aquel país desde 1980 a 1992, mientras que apenas un año más tarde, en 1993, el presidente Cristiani aprobó la Amnistía General para la Consolidación de la Paz que favorecía a aquellos asesinos de miles de víctimas anónimas que pasaron al olvido como si jamás hubieran existido. Por no aceptarlo la UCA organiza anualmente el Festival Verdad para contribuir a mantener vivo el recuerdo de las víctimas.

Ellos fueron la voz junto a las de tantos otros, como señalaba Monseñor Oscar Romero, también asesinado en 1980 en el interior de la capilla del hospital La Divina Providencia de San Salvador, de quienes no podían ser escuchados. Uno de sus asesinos, perteneciente a los escuadrones de la muerte de D'Aubuisson, fundador más tarde del partido Arena en el poder en el país desde 1989, ha sido recientemente condenado en Fresno, Estados Unidos, veinticuatro años más tarde de aquel suceso, encontrándose hoy en paradero desconocido.

Casi coincidiendo con la intervención de Jon Sobrino, también en Valencia, en la Fundación de la Justicia, se rindió homenaje público a quienes, aún a costa de su propia seguridad, realizan una labor de reparación ante la iniquidad cometida. Se trata de la llevada a cabo por la Asociación Pro-búsqueda de niñas y niños desaparecidos de El Salvador, presidida por Jon Cortina. Fueron secuestrados de sus familias, muchas de ellas asesinadas, y hoy en día ya adultos tienen derecho a conocer su origen, el porqué de su desarraigo y del dolor de sus familias. Todo ello con el convencimiento de que la alusión permanente a los derechos humanos carecerá de fundamento mientras los culpables no sean condenados por su conducta. Sin embargo hasta hoy, tres legislaturas más tarde, no tuvieron éxito en las múltiples gestiones realizadas para la aprobación de una Comisión oficial destinada a la búsqueda de estas víctimas inocentes y a la reparación de las injusticias cometidas.

El reconocimiento en Valencia a Jon Sobrino y a Jon Cortina, como también a la UCA, alcanza a todos aquellos quienes con su actitud nos abren los ojos para conocer la verdad de la situación y la imposibilidad de alcanzar la paz sin la justicia. El que es su Superior general, el holandés Kolvenbach, en su discurso ante el Congreso mundial jesuita celebrado en Calcuta el pasado año, echaba mano de las palabras de Charles Dickens para animarles ante la impotencia que se podía percibir, "fue el peor de los tiempos, el mejor de los tiempos; la primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación".

Carecer de miedo en las mentes y mantener erguidas las cabezas, fue el lema elegido en el citado congreso para reconocer la dignidad humana en las personas. Se podría añadir, como apuntaba hace unos días en estas mismas páginas António Lobo Antunes, que debería dolernos la cantidad de gente que tal vez hayamos olvidado. No cabe peor injusticia que la de beneficiarse de la miseria de los necesitados ni peor impostura que la de ignorar el sufrimiento ajeno cuando se debe alzar la voz.

Alejandro Mañes es vicepresidente de la fundación Pedro Arrupe.

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